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 domingo, 14 de noviembre de 2004  
Editorial
El Museo de La Capital

Hace mucho ya que este diario es uno solo con la ciudad en la que nació ciento treinta y siete años atrás. Y en todo ese tiempo, claro, infinidad de hechos y vivencias han signado una historia tan rica como apasionante. Hasta ahora, sin embargo, en ningún sitio se exhibían al público testimonios materiales del arduo trabajo de quienes, al término de la faena periodística, tenían en sus manos una tarea concreta: convertir las palabras en actos. En síntesis, "hacer" el diario.

Esa ausencia ya ha sido remediada. A partir de mañana, el Museo de La Capital será el espacio en el cual la gente podrá encontrarse con los símbolos de una época terminada, aunque mucho después de lo que podría suponerse. Es que recién a fines de 1998 dejó de emitir su tradicional y querible estrépito la vieja rotativa, que dio paso a la actual, situada en la planta impresora de calle Alvear.

Y tal como lo definió un empleado que lleva casi medio siglo en esta casa, "no se podía pensar que estas máquinas maravillosas con las que durante tanto tiempo se había hecho el diario terminaran perdidas o convertidas en chatarra".

Ello no ha ocurrido. Y entonces, allí están ellas, limpias, engrasadas y pulidas, como si en cualquier momento volvieran a ser puestas en marcha por las mismas manos que las conocían de memoria. De sus entrañas metálicas salieron los ejemplares de La Capital que los rosarinos leyeron durante gran parte del transcurso del pasado siglo: la rotativa comenzó a funcionar en 1937, pero también está expuesta la antigua prensa de 1867, el año fundacional de este diario.

La moderna concepción con que fue pensado y plasmado le otorgará al flamante Museo una cualidad vital, ajena a la grisura y al estatismo de otros ámbitos similares. La idea es que la gente pueda literalmente sentir el fragor de las máquinas en pleno trabajo.

La ciudad, qué duda cabe, está cambiando, y el Museo -único en su tipo en Sudamérica- es un nuevo indicio de esa transformación. Entre las señales más positivas de la metamorfosis, por fuera del plano estrictamente material, se encuentra el que Rosario haya comenzado a mirar hacia adentro: hacia sus propias realizaciones; hacia sus propias y cercanas virtudes; hacia su propia gente.

Desde mañana el Museo de La Capital se incorporará a los itinerarios que recorren la historia de la ciudad. Y así, más que nunca, este diario estará instalado como parte intransferible y viva de la aún joven memoria de los rosarinos.
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