| miércoles, 03 de noviembre de 2004 | cartas Hacia una nueva frustración La respuesta de la señora Graciela Ocaña, directora ejecutiva del Pami, aparecida en La Capital del 29/10/04, es triste y lamentable; más aún para alguien que ocupa un cargo reiteradamente cuestionado por deplorables administraciones. Lo que la funcionaria enumera es, precisamente, grandilocuente y tiene inclinaciones de "bonitos discursos" y su finalidad parece soslayar y distraer la atención sobre el escandaloso hecho puntual que se le cuestiona. Señora Ocaña, que usted tenga conocimiento de que en el organismo que dirige siguen ocupando cargos personajes sediciosos que han estafado a la Obra Social del Pami; que lo admita públicamente y que además manifieste su impotencia para cesantearlos o dar intervención a la Justicia, la ubica en una tácita situación de complicidad y encubrimiento. Usted ni siquiera debió arriesgar que ese foco de corrupción -estructuralmente arraigado en todos los estamentos oficiales- llegara a tomar estado público; debió denunciarlo por ética y altura moral y, si la presión del poder político conspirara en su contra ante tal actitud, su renuncia indeclinable era el camino acorde a las circunstancias. Dice con inadmisible liviandad que "el afiliado no pregunta si tal o cual persona está o no en el instituto..."; pero usted se lo oculta; no le dice al jubilado que a los que le roban su dinero, usted les está pagando, además, sueldos siderales. Penosamente, el señor presidente de la Nación, emulando el estilo de sus antecesores, parece ser permisivo con lo más execrable de sus funcionarios y vemos, con asombro, que no es el rumbo hacia una moralización, tantas veces proclamada.
Olga Ponce
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