| miércoles, 03 de noviembre de 2004 | cartas Educación sexual Los programas de educación sexual se están generalizando en el país a impulsos de los diferentes niveles de gobierno y de algunas ONG. Resulta evidente que estos programas van dirigidos únicamente a instruir sobre la anatomía y fisiología de los órganos sexuales, a detallar qué medios existen para impedir un embarazo y cómo usarlos, a promocionar el placer del adolescente, como un objetivo fundamental de su vida. Pero sobre la verdadera y virtuosa educación en el amor, nada de nada. Es imprescindible que estos esfuerzos estén orientados a ayudar a nuestros adolescentes y jóvenes a conocer y valorar, sobre todo a valorar, la sexualidad como parte fundamental del amor humano, no como algo que se usa y se tira. En esta dirección, padres y educadores deberían ser ejemplos de fidelidad para que los jóvenes aprendan el valor de esta virtud, aún hacia esa persona desconocida que, en el futuro, podrá ser su compañera a lo largo de su vida. "Puedo serte fiel antes de conocerte para serte fiel cuando te conozca". Volver a enseñar la grandeza del amor no compartido, del amor paciente que muchas veces significa espera, de esa mirada enamorada que no se marchita a pesar del paso del tiempo. Habría que contarles, ahora, que para disfrutar durante toda su vida de ese amor que no se agota, hay que prepararse desde la adolescencia y la juventud, no persiguiendo, como único objetivo actual, una vida de sensaciones y una genitalidad sin sobresaltos. Las cuatro estaciones se dan en la vida y cada una de ellas tiene sus encantos, sólo es necesario hacer el esfuerzo de buscarlos y vivirlos. Quiero terminar con una reflexión para ellos: aún hoy es posible decirle a tu pareja, tras una prolongada convivencia, muchas veces construida sobre un amor no exento de dificultades, que eres el amor de mi vida, que lo has sido siempre; que lo eras antes de conocerte y espero que lo seguirás siendo hasta que la muerte nos separe, y aún después, pues creo que nuestro amor nació eterno y durará eternamente.
Rafael Pineda, médico ginecólogo
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