| domingo, 31 de octubre de 2004 | Lecturas Novela sobre la novela Carlos Roberto Morán / La Capital "Elizabeth Costello" de J. M. Coetzee. Novela. Editorial Mondadori. Buenos Aires, 2004, 238 páginas. Traducción de Javier Calvo Perales, $ 23.
Elizabeth Costello es una anciana dama australiana que, se puede decir así, vaga por el mundo cargando con su fama literaria y sus reflexiones que va dando a conocer cuando es invitada a disertar, en distintos escenarios internacionales. Elizabeth es famosa desde su juventud cuando, con "La casa de Eccles Street" contó la vida de Mariom Bloom, la esposa del protagonista del "Ulises" de James Joyce. Pero en este "ahora" de su vejez arrastra esa fama como pesada carga de la que no quiere ni sabe cómo desprenderse, como tampoco tiene claro si aquello que ha venido defendiendo y sosteniendo durante la mayor parte de su vida adulta conserva sustancia.
Antes de proseguir y aunque resulte un tanto obvio, corresponde aclarar que "Elizabeth Costello", libro y personaje, son creaciones del Premio Nobel Coetzee, un escritor inquietante, uno de los autores vivos de Occidente más interesantes, quien con esta novela produce un salto cualitativo en cuanto a lo que es o debe ser la novela en nuestros días.
Porque el libro, que en verdad narra episodios de la vida de Elizabeth y en consecuencia adopta las características propias de la ficción (en general realista, aunque no en su totalidad), se basa en lo sustancial de una serie de largas reflexiones del propio Coetzee que son presentadas como las ideas que va exponiendo la novelista.
En sus últimos años de vida, sintiéndose un ser que ha perdido habilidades y certezas, ella duda. Así, Elizabeth había interpretado que la novela era "un intento de entender el destino humano caso por caso" y que en forma similar a la historia servía para explorar "las contribuciones respectivas del carácter y la circunstancia a la hora de conformar el presente; al hacerlo, la novela sugiere que podemos explorar el poder que tiene el presente a la hora de producir el futuro". Sin embargo, al momento de exponer en el "hoy" sus puntos de vista Elizabeth vacila y se cuestiona. La novela no puede ser lo que era, parece decirse y se muestra dispuesta a poner en tela de juicio sus propias convicciones.
Es la manera elegida por Coetzee para "justificar" su propuesta narrativa sustentada en una batería de ideas que son al mismo tiempo confrontadas con otras, expresadas por distintos personajes, que las cuestionan y rebaten, con lo que "Elizabeth Costello" se transforma en un campo de interrogantes antes que de respuestas.
El escritor sudafricano, desde hace dos años radicado en Australia, ya había dado a conocer en diversas publicaciones esa serie de ideas, que en la novela con cierta ironía denomina "lecciones" y que al cuestionarlas las relativiza al extremo.
La crueldad hacia los animales -Elizabeth llega a afirmar que los campos de concentración nazis tienen sus antecedentes en los mataderos de vacunos de Chicago-, el realismo en la literatura, la novela africana, el Mal, la oposición entre el cristianismo y el paganismo, la figura de Jesús, la culpa, son las preocupaciones de Costello-Coetzee que van desplegándose con mucha agudeza y amplitud conceptual en esta novela que parece estar escrita adrede para ir a contrapelo de la liviandad que suele caracterizar a la mayor parte de la literatura en nuestros días.
Coetzee vuelve a dar muestras de su inteligencia y de su capacidad imaginativa, puesto que logra conferir credibilidad y sentido a la vida última de Elizabeth, cargada con sus conflictos existenciales y que al mismo tiempo no logra establecer lazos de afinidad ni con su hijo, radicado en Estados Unidos, ni con su hermana monja católica que hace misión en un pueblo perdido del Africa, mientras va percibiendo la cercanía de la decrepitud y la muerte.
Y, en cuanto a imaginación, el autor de "Esperando a los bárbaros", sorprende con el penúltimo capítulo de la novela, "En la puerta", que transcurre en un presunto Más Allá donde un tribunal literalmente kafkiano antes de permitirle el paso por "la puerta" le pregunta a una también presuntamente muerta Elizabeth sobre sus creencias y, como ella dice no tenerlas, la obliga a una espera que al parecer será interminable. Aquí Coetzee juega con los tópicos literarios pero también somete a su criatura de ficción a tormentos metafísicos haciéndola reflexionar y preguntarse, al final, si "como escritora" tendrá la posibilidad de pasar el umbral, de Conocer, en suma.
Novela inquietante que concluye con una carta imaginaria (y enigmática) de Lady Chandos dirigida a Francis Bacon, quien le pide que inste a su esposo Philip a volver a la literatura, que vuelva a creer en la palabra a la que ha renunciado por entender que la palabra no puede pronunciar lo esencial. Aunque Coetzee parece querer decirnos, en definitiva, que la palabra está para contarnos sobre lo humano, no para revelar lo inefable. Libro potente, que queda "resonando" y cuestionándonos, más allá de su lectura. enviar nota por e-mail | | Fotos | | El reflexivo Coetzee ganó el premio Nobel. | | |