| miércoles, 27 de octubre de 2004 | La caída de Fidel Jorge Levit / La Capital Las imágenes del "derrumbe" del presidente cubano Fidel Castro dieron la vuelta al mundo y causaron tanta atención como si se tratara de una estrella del rock. A algunos les sirvió para volver a denostarlo, a otros para festejarle cualquier ocurrencia, como a los chicos, y a muchos para analizar el fenómeno cubano sin acaloramientos pasionales y hacer un análisis sobre el futuro de la isla socialista.
Fidel trastabilló y se desplomó sobre el piso. Fue un golpe que para una persona más joven no hubiera significado más que alguno que otro magullón. Pero al veterano comandante se le hizo trizas la rodilla izquierda y tuvo una lesión menor en el brazo derecho. ¿El régimen cubano también es tan frágil como los huesos de su líder?
A juzgar por los 45 años de revolución, Fidel ha sorteado con éxito muchas caídas, incluso la peor: el desmembramiento de la Unión Soviética, que lo dejó carente de apoyo político y económico. La pequeña isla del Caribe ha desafiado invasiones, embargos, conflictos severos durante la Guerra Fría y un entorno absolutamente hostil y desigual. El mar Caribe baña las costas de la próspera Florida norteamericana, pero también la de algunos de los países más miserables del planeta. Haití, por ejemplo, a pocos kilómetros al este de Cuba, vive en permanente guerra civil, las Naciones Unidas deben intervenir cíclicamente para evitar matanzas entre facciones rivales, tiene la peor distribución de la riqueza del planeta, el analfabetismo es altísimo y la salud pública es un valor casi inexistente.
A muy corta distancia, en Cuba, la situación social es radicalmente opuesta. La educación llega a toda la población, la atención sanitaria es buena, la alimentación está mejor repartida en un marco de grandes restricciones y no se conocen casos de desnutrición infantil. Cuba tuvo el año pasado, según la Unicef, la menor tasa de mortalidad infantil de toda Latinoamérica e incluso inferior a la de Estados Unidos.
También ostenta una absoluta estabilidad política. Tan absoluta que hace más de cuatro décadas gobierna una misma persona. ¿El socialismo cubano se asienta sólo en la figura vitalicia de Fidel? ¿Es imposible conjugar los logros sociales en un contexto democrático de rotación del poder político? Los opositores al gobierno cubano denuncian que en la isla hay presos políticos, ejecuciones de opositores autorizados por jueces fantoches y que Fidel es un tirano que oprime a su pueblo. Es evidente que muchos cubanos arriesgan sus vidas para escapar a Estados Unidos y que otros tantos viven de los dólares que les mandan sus parientes que viven en Miami.
En la comunidad internacional, sin embargo, no hay una gran animadversión con Cuba. De hecho, la inversión europea en infraestructura turística ha salvado en la última década a la isla de la crisis económica. La excepción es Estados Unidos, que mantiene un insólito y patológico embargo económico que asfixia al país aun después de finalizada la Guerra Fría. Tanto republicanos como demócratas mantienen una enemistad visceral con Fidel, como si se tratara de una amenaza para la democracia norteamericana. Cuba, que casi no tiene colectivos para el transporte público, no puede constituir ningún peligro para la superpotencia del norte. La presión de los cubanos de Miami y sus intereses económicos tal vez sean los factores decisivos para que la política exterior norteamericana respecto de Cuba se mantenga inalterable durante años.
Pero más allá de los delirios y fantasmas que a lo largo de la historia se han fabricado en el gran país del norte, es obvio que el régimen socialista cubano estará en serio riesgo una vez que Fidel tenga una caída definitiva y no un simple resbalón. Según la Constitución cubana, el ministro de Defensa y hermano de Fidel, Raúl Castro, es el sucesor del líder porque ejerce la vicepresidencia del Consejo de Ministros. Muchos títulos para esconder una suerte de nepotismo cuyos resultados son impredecibles.
La mayor experiencia socialista del planeta, la de la Unión Soviética, cayó porque le faltó democracia. Stalin sucedió a Lenin en el poder y produjo una de las mayores transformaciones económicas del siglo pasado. Tomó un país pobre, atrasado y casi sin industrias modernas y lo transformó en una superpotencia. También mandó a Siberia a los opositores, produjo purgas de origen paranoide en su partido y eliminó a quien se atrevió a disputarle poder. Sus sucesores iniciaron un lento camino de apertura que culminó con la perestroika y la glasnost de Gorbachov. La apertura descontrolada causó el derrumbe del socialismo ruso, el desmembramiento de sus repúblicas y el giro al capitalismo más ortodoxo que sumió al país en el caos social y económico. ¿Cuba, sin Fidel, corre el riesgo de seguir el mismo camino?
Antes de la Revolución, la isla no se diferenciaba mucho de otros pequeños países caribeños de la época: dictadores civiles o militares, pobreza extrema y carencia absoluta de educación popular. Fidel revirtió ese cuadro pero debió valerse de un férreo control del poder, entendible en un principio pero incomprensible décadas después.
Su voz y la del partido han sido la guía durante todo estos años. Ya tiene 78 años y no hay señales de que piense dar un paso al costado. Un renunciamiento en vida sería histórico y favorable para la buena salud de la democracia y el socialismo cubano.
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