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 domingo, 24 de octubre de 2004

Panorama político
El lastre de la violencia

Mauricio Maronna / La Capital

La política santafesina sigue siendo un lastre para quienes pretenden que, de una buena vez por todas, lo viejo termine de morir y lo nuevo logre amanecer.

Al ya anquilosado y poco atractivo debate por el sistema electoral se le sumó la semana pasada el intento de sepultar el único touch de reforma institucional en 20 años, que, al menos, implicó un módico pero efectivo salto de calidad: la reducción del número de concejales en las grandes ciudades de la provincia.

Resulta conmovedor contemplar el frenesí con que la casi totalidad de los diputados provinciales se abroqueló en derredor del proyecto presentado por la justicialista Liliana Meotto, que dispone la eliminación lisa y llana de la ley 12.065, sancionada durante la anterior administración. La norma, actualmente en marcha, ordena la reducción a la mitad del número de ediles en las ciudades de Rosario y Santa Fe, cuestión con la que, seguramente, la mayoría de la sociedad está de acuerdo. El PS puso sus reparos a la modificación argumentando de manera intachable que la "maniobra es técnicamente inapropiada, políticamente oportunista, institucionalmente improcedente y jurídicamente inconstitucional".

La fundamentación que dio la impulsora del proyecto resulta cuanto menos hilarante: "La iniciativa es un avance hacia la autonomía de los gobiernos locales al posibilitar que sean sus órganos políticos (representantes de los vecinos) los que fijen la cantidad de bancas que podrá disponer cada uno de ellos dentro de las posibilidades que ofrece la ley orgánica".

Mientras Rosario carece aún de autonomía, ésta se otorgará en pequeñas grageas sin necesidad de quedar incorporada al texto constitucional. Una lección de cómo las variables políticas se instrumentan de acuerdo a las necesidades del partido mayoritario.

Si la ampliación de la cantidad de ediles se convierte en ley de buenas a primeras, Rosario sería un poquito autónoma. Algo así como que una mujer esté un poquito embarazada.

Más allá de las ironías, a pocos sorprendería que la Legislatura se aleje de los manuales en la cuestión: los antecedentes más recientes dan cuenta de la aprobación ficta de los pliegos de los nuevos integrantes del Tribunal de Cuentas y de la neblinosa votación en la Cámara de Senadores que permitió la media sanción del proyecto de ley de lemas chacarera: derogación del actual sistema para elegir gobernador y vice, diputados y senadores provinciales; mantenimiento del esquema actual para municipios y comunas y otro poquito de autonomía para que Rosario y la ciudad capital se dicten sus propias cartas electorales. Ocho votos pudieron más que las 11 abstenciones, en un resultado que se parece bastante a un nuevo milagro santafesino.

El cambio de ánimo que se registra en todo el país tras el pesadillesco diciembre de 2001, cuando la inmensa mayoría de los políticos estuvo en peligro, les hace creer a muchos dirigentes que las cacerolas volvieron para siempre a las alacenas y que "el que se vayan todos" fue un hit de estación definitivamente descatalogado.

Néstor Kirchner logró recuperar la importancia de la figura presidencial y, de la mano del parco Roberto Lavagna, los números de la macroeconomía le permiten tener una caja poderosa y apta que será desempolvada apenas el calendario electoral inicie su cuenta regresiva.

El nivel de reservas en el Banco Central y, fundamentalmente, la recaudación superavitaria en casi 9.000 millones de pesos le ofrecen un buen horizonte a la política populista que ensaya el Ejecutivo. La única dificultad que atormentará a la Casa Rosada será el armado de las listas a lo largo y a lo ancho de la geografía nacional.

De eso hablaron la semana pasada Kirchner, Alberto Fernández, Carlos Reutemann y Roxana Latorre. "Vos sí que no tenés problemas, Lole. Recién vas a jugar la Gobernación en el 2007, ¿no?", lo tanteó el ex cavallista. Sin siquiera dispensarle una mirada, el senador farfulló: "Uf, para eso falta mucho". El santafesino conoce perfectamente que Fernández fue el funcionario que más puso el cuerpo para que Hermes Binner gane las elecciones a gobernador.

En estricto off, alguien comenta que, además, "Alberto fue el que le armó la trampera" para que Reutemann vaya a Punto.doc, hoy caído en desgracia por los efectos de la impúdica cámara oculta que reverberó el escándalo en programas de la farándula.

Luego del encuentro con el jefe de Gabinete, Kirchner les expuso a los senadores santafesinos un cuadro optimista sobre la marcha de la economía. Los percances sufridos por el presidente en el Tango 01 consumieron también buena parte de la reunión. El Lole, con matrícula oficial y larguísimas horas de vuelo piloteando helicópteros, se entusiasmó con la charla y escuchó el deseo del jefe del Estado de comprar una nave "más chica" para sus desplazamientos hacia el interior del país.

Cuando llegó la hora de repasar las encuestas en la provincia de Santa Fe, el rictus presidencial sufrió una severa modificación.

Un operador político con despacho en Balcarce 50 admite "la preocupación del Flaco por los números que llegan, mientras insiste en lograr un canal más fluido con Jorge Obeid para que vaya más a fondo con la gestión".

Kirchner no entiende cómo (de acuerdo a una carpeta reservada que contiene varios sondeos) Obeid no capitaliza las obras que se inauguran en Rosario y que ponen a la ciudad en la primera plana de los grandes diarios nacionales. "Acá tenés que capitalizarlo vos, que sos peronista. Necesitamos que todo lo que se está haciendo con fondos nacionales quede referenciado en el justicialismo. Así como vamos, el socialismo nos volverá a dar una paliza en la ciudad", le dijo uno de los dos senadores al santacruceño, quien se limitó a escuchar y pasar rápidamente a otro tema.

Los lectores de esta columna se enteraron hace tiempo que en la Casa Rosada existe un listado de nombres con potencialidades para ser candidatos a diputado nacional, entre quienes se encuentran Horacio Rosatti, Maria Eugenia Bielsa y Omar Perotti. La vicegobernadora califica en la intimidad como una "fantasía" a esa hipótesis, que se completa con Kirchner, Reutemann y Obeid apadrinando la nómina.

La distensión que se vive en la Casa de Gobierno al compás de la relativa tranquilidad que ofrecen los números, de la cercana salida del default y de un posible acuerdo con el FMI solamente es quebrada por el creciente estado de inseguridad que se registra en el conurbano bonaerense. La sociedad argentina no soporta una muerte más y un desenlace trágico del secuestro de la empresaria Patricia Nine hubiera puesto patas para arriba la armonía oficial.

Kirchner tiene una sintonía fina que lo convierte en el mejor de todos los que habitan los despachos oficiales: comprende que es imprescindible contener a Juan Carlos Blumberg, el único referente capaz de llenar plazas y de hacer trepar las mediciones de los programas políticos. Mientras el ministro de Seguridad bonaerense, León Arslanian, luce como un hombre destemplado a la hora de descalificar al padre de Axel, el presidente cumple con todas las peticiones y se encarga de que jamás se vaya de Balcarce 50 con las manos vacías.

Lejos de esos movimientos de ajedrez (aunque bien haría el Ejecutivo santafesino en analizar detenidamente el desplazamiento del mapa del delito), la provincia continúa con su saga de violencia verbal y mediocridad política.

La ley de lemas genera descargas adrenalínicas únicamente en la corporación dirigencial, que se encierra en la Legislatura para hacer discursos rebuscados, mirarse el ombligo y creer que está cambiando el curso de la historia.

Reutemann no quedó encerrado el viernes en la Legislatura, sino en el Ministerio de la Producción, donde, luego de un cruce de insultos, estuvo a punto de protagonizar con tres damnificados por las inundaciones una reentré de Titanes en el Ring.

El saldo mediático que deja la semana política local exime de mayores adjetivaciones: un senador provincial golpeado y ensangrentado tras recibir unos cuantos palazos, Reutemann denunciando que el empresario-escrachador-piquetero José Mustafhá es la cabeza visible de una maniobra política de largo aliento puesta en práctica por la oposición y la inmensa mayoría de los habitantes de la ciudad capital observando con perplejidad el estado de las cosas.

Lo viejo no termina de morir, lo nuevo está lejos de amanecer.

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