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 sábado, 23 de octubre de 2004

El auge de las drogas

Los datos proporcionados por el secretario de Programación para la Prevención de la Drogadicción de la Nación, José Granero, en un reportaje con este diario que se publicó en la edición de ayer dejan al descubierto la crudeza de un drama que ha crecido en el país de manera preocupante. El funcionario, ante una pregunta concreta -"¿se duplicó en los últimos tiempos el consumo de drogas?"- no dudó en contestar: "Sí, estamos cerca de esos índices".

La magnitud del problema queda claramente expuesta si se recuerda, además, que la Argentina es una de las naciones latinoamericanas que presentan la mayor cantidad de adictos.

Sin dudas -más allá de las negativas y relativizaciones que a esta altura pecan, casi, de cinismo- semejante situación se origina en la crisis socioeconómica que aplastó a la República, de la cual recién ahora se comienza a salir. Pero las huellas del desastre, que disparó los índices de pobreza e indigencia a niveles desconocidos, no se diluirán de un día para el otro.

Porque nadie debe engañarse respecto de cuáles son las capas sociales donde el auge de las drogas se presenta como notorio: los sectores bajos y medios bajos, sacudidos por la desocupación y la falta de horizontes de vida, han sido azotados en mayor proporción por el flagelo.

Cuando se alude a otro fenómeno grave, cual es el corrimiento de la edad de iniciación hasta edades inconcebibles -"hay chicos de ocho años que inhalan pegamento", advirtió Granero-, se está haciendo mención a niños que provienen de familias destruidas y que vagan, muchas veces, todo el día por las calles. Son los mismos, por cierto, que se convierten muchas veces en irrecuperables delincuentes juveniles. La relación entre inseguridad y consumo de drogas se ha vuelto, desde hace ya mucho, obvia.

Las sustancias que se inhalan revisten, por otra parte, peligrosidad extrema. El llamado "paco", que es el residuo del residuo de la pasta base, se vende a un peso la bolsita y quienes lo respiran pueden sufrir daños cerebrales en sólo tres meses. Otro dato que suma preocupación es la creciente popularidad del éxtasis, sobre la cual ya se advirtió en esta columna, debido a la sencillez de su proceso de elaboración.

Resultan múltiples y complejas las aristas del tema, aunque un concepto debería quedar claro: el Estado tiene que involucrarse a fondo en el combate a librar, que además no puede quedar limitado a los aspectos represivos.

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