| sábado, 23 de octubre de 2004 | Cohesión social: la Argentina fragmentada También en el marco de las conclusiones a las que llega el informe del Siteal, se cita el estudio "Reforma y crisis: la educación y el mercado de trabajo en la Argentina de los años 90", del economista Ernesto Kritz, quien considera que el país actual dista mucho de la clásica imagen de clase media consolidada. El 53 % de la población tiene ingresos por debajo de la línea de pobreza y el 25 % carece de recursos para alimentarse adecuadamente.
Sostiene que el empobrecimiento y el aumento de la desigualdad se identifican con la ruptura del antiguo sistema de equilibrio social. Hasta mediados de los años 70, agrega, el país mostraba un nivel de cohesión social comparativamente elevado en la región.
Luego de señalar que la centralización salarial homogeneizó la estructura social por sobre las disparidades estructurales de productividad, recuerda que en los períodos de hiperinflación el empleo se mantuvo, pero a costa de una fuerte precarización. En esa ocasión, el mercado ajustó por los salarios: el desempleo era del 8 %, pero la pobreza llegó al 47 % en 1989. La Argentina, añade, es uno de los países con más bajo crecimiento del salario real en la posguerra.
Según Kritz, la productividad se recuperó entre 1990 y 1994, pero su concentración en pocas empresas aumentó las diferencias, lo que determinó una diferenciación social creciente. El desempleo pasó de un promedio del 5 noventa.
El crecimiento del desempleo golpeó más intensamente a los pobres. Pero cerca del 40 % de los desocupados pertenece a sectores medios. De cada 100 personas que en 1996 habían perdido el trabajo en los doce meses anteriores, apenas 22 consiguieron un empleo estable y seguían ocupados. El resto, oscilaba entre el trabajo temporario, la changa y el desempleo. Además, de los que consiguieron un empleo, sólo un cuarto -el 6 % de los que perdieron el trabajo- ganaba más que antes. En ese contexto, por cada cinco creados en los años 90, cuatro eran informales.
En su comentario, Kritz advierte que tan importante como el desempleo, también preocupa la segmentación del mercado laboral. Los trabajadores informales de baja productividad constituyen el 34 % de la ocupación, nueve puntos porcentuales más que los asalariados privados registrados. La categoría más extendida es la del trabajo intermitente, de altísima rotación y mínima productividad, que constituyen el 18 % de la población económicamente activa.
La conclusión del pasado reciente es que si bien la educación mejora la calidad de la inserción laboral, no puede evitar su deterioro cuando las condiciones del mercado empeoran. En todos los rangos marcados por los niveles de educación, la proporción de asalariados precarios aumentó entre dos y tres veces en la década del 90.
Necesario y suficiente Al analizar toda esta fuente de información, el profesor Víctor Tokman, consultor económico internacional y asesor del presidente de la República de Chile, se pregunta en los comentarios finales si la educación constituye una condición necesaria para un mejor acceso al empleo. Sustentado en datos estadísticos, confirma la percepción de que una mayor escolaridad se traduce en menor desempleo y una mejor calidad laboral.
Afirma, así, que quienes reciben más instrucción están menos afectados por el desempleo y se defienden mejor en períodos turbulentos para el mercado de trabajo. En igual sentido, a más años de escolaridad, habrá menos proporción de ocupados en el sector informal, entre quienes carecen de protección social y entre quienes perciben salarios que se ubican en la franja del 30 % de ingresos más bajos. En los países en consideración, cerca de la mitad de los menos educados se ocupa en puestos de baja calidad, proporción que es del 12 % entre los más educados.
Durante la década del 90, el crecimiento fue insuficiente para absorber el aumento de la fuerza de trabajo, en tiempos de la expansión de la educación. Ello derivó en un aumento de la desocupación y una menor calidad de los empleos generados, con los riesgos crecientes de la informalidad, la desprotección y la vulnerabilidad.
En ese escenario, mientras el desempleo aumentó en 5,4 puntos porcentuales para quienes tienen menos de cinco años de escolaridad, la variación fue apenas del 1,4 % entre quienes tuvieron más de 13 años de educación.
Tokman concluye que no necesariamente los países con mayores niveles de educación son los que muestran una inserción laboral más adecuada y de mejor calidad.
Los efectos potenciales que una mayor educación produce en el acceso al empleo se diluyen en los países con mayor número de años de escolaridad promedio, como la Argentina, donde la mitad de los mayores de 15 años supera los diez años de escolaridad, y Chile, donde esa proporción alcanza a los dos tercios de esa franja de edad. Al recoger un pensamiento de Kritz, señala que ante el deterioro del mercado de trabajo, la educación deja de determinar la inserción laboral y pasa a ser un instrumento para discriminar la asignación de los puestos disponibles.
El autor revela, además, que los jóvenes tienen menos oportunidades de acceder al empleo. Y cuando lo hacen, logran puestos de menor calidad. La desocupación de los jóvenes, agrega, duplica la tasa promedio del desempleo.
También reflexiona sobre la vulnerabilidad de las mujeres, que poseen en promedio más años de escolaridad que los hombres y, sin embargo, su tasa de participación en el mercado del trabajo es inferior a la de ellos. Entre quienes tienen menos tiempo de escolaridad (0 a 5 años), la tasa de participación de los hombres en el mercado laboral duplica a la de las mujeres, mientras que la diferencia disminuye al 20% entre quienes cuentan con 13 o más años de escolaridad.
Tokman concluye que existe una relación positiva entre educación y mercado de trabajo. A mayor escolaridad, mayor es la probabilidad de encontrar empleo y mejor es la calidad de los puestos a los que acceden. "Aún cuando el mercado de trabajo se deteriora, la mayor educación es un instrumento útil para defenderse mejor ante la adversidad. No logra revertir el deterioro. Pero los más educados son los menos afectados". enviar nota por e-mail | | |