| domingo, 17 de octubre de 2004 | Lecturas La ciudad de las mujeres Andrea Ocampo "Clitoriana" de Sebastián Riestra. Poesía. Ciudad Gótica, Rosario, 2004, 77 páginas, $ 10.
Siempre me han gustado los hombres, y después de conocer a muchos todavía hoy representan para mí un misterio. Esta frase dicha por un hombre acerca de las mujeres no conmovería a nadie, pero si quien la dice es una mujer resulta extraño, y vaya a saber qué más. En nuestro español a un hombre que disfruta de la compañía femenina se lo puede tildar de mujeriego, a una mujer que disfruta de la compañía masculina se la llama... De esta palabra inexistente en adelante es donde arranca "Clitoriana", el nuevo libro de poemas de Sebastián Riestra, que propone una mirada eminentemente masculina para construir un universo donde el centro es ocupado por el sol del sexo débil.
El autor se instala en una encrucijada de muchos caminos convergentes (casi como decir que "todos los caminos conducen a") y parte de este sitio apretado y único para configurar a distintas mujeres. Fragmentos que quizás formen una sola mujer para el lector que quiera dormir tranquilo, porque se hará difícil sortear la inquietud de todas estas "ellas" que aparecen inasibles pero no intocables, alcanzadas en porciones, retazos que se ven al llegar o al partir, como cuando se mira algo desde muy cerca y no se sabe bien qué se está mirando.
Es meritorio que las mujeres mantengan el buen gusto de no bautizar con nombres humanos sus partes íntimas. "A qué cuerpo acabaré/ dándole tu nombre" pregunta Riestra en "Oficio del solitario", y en "Un fracaso literario" interroga otra vez: "¿Cómo nombrarte y olvidar/ el nombre de tu cuerpo?". Como marca de lo femenino sin nombre, "Clitoriana" arriesga palabras para capturar ese espesor femenino de la noche, la distancia tan intensa de una ciudad-hembra, la fuerza capaz de enloquecer el mar de una mujer-luna. Se puede considerar a este libro como un libro de viajes por diferentes paisajes habitados, paisajes que lejos de dejarse recorrer y retratar se mueven, hacen, contestan, abren árboles o agitan montañas: la foto siempre sale movida. Salvo, y la excepción confirmaría una regla, cuando se fotografía una ausencia, cuando se apoya la mano para sentir el calor que se evapora ("y yo camino/ entre fantasmas y te busco/ en los bares de otra década pero/ ya no estás./ Tampoco están los bares").
Habrá quien desee leer Clitoriana como un libro educativo. Quizás el subtítulo apropiado fuera "Cómo conseguir y perder chicas" o "Reflexiones de un galán displicente". En "Imperfección" encontramos el descubrimiento de esa soledad intrínseca que aparece cuando nos enfrentamos a un otro que jamás será un espejo: "Tu ausencia adolece de un defecto/ grave: no emana de una muerte./ No parte de un cadáver./ No nace de una nada./ Tu ausencia coge". La poesía es la que aparece como una mujer que se deja atrapar y escapa, que viene a buscarnos y baila con nosotros pero nos da un teléfono falso, una perra que se va por la ventana cuando abrimos la puerta, una excusa para llorar aun sabiendo que nunca seremos tan felices como después de estar con ella una vez, o cien veces, o toda la vida.
Cada poema es parte y todo en sí, como cada vez que nos enamoramos es vez, por eso cada texto tiene un trabajo muy intenso en su construcción, cada poema no es una anécdota o una memoria sino una experiencia laboriosa con el lenguaje, lo que muestra a un poeta que no se pierde en lo que ya se ha escrito sino que busca y consolida una voz propia especial que acepta el desafío de hablar de cosas que pocas veces se nombran, claro.
Afirma Georges Bataille que "toda actuación del erotismo tiene como fin alcanzar al ser en lo más íntimo, en el punto en que el ánimo falta". Por eso no es extraño que estemos hablando de amor en "Clitoriana", porque en la disolución de límites que implica lo erótico es donde cabe un amplio arco de sentimientos que incluyen la lealtad y la ternura a pesar de la ausencia y el abandono. Tampoco es extraño que se trate de un libro de poesía ya que si lo erótico tiende a transformar lo discontinuo en continuo, lo distinto en lo indistinto, es en el trabajo poético donde se recuperan los pedazos para ver, aun espiando en puntas de pie, el objetivo final de tanto vano intento: "...buscar a las palabras/ perdidas en el amor, traer/ a las palabras/ ciegas y mostrarles, aunque/ sea por un instante,/ lo que amaban". enviar nota por e-mail | | Fotos | | Riestra en la presentación del libro. | | |