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 domingo, 17 de octubre de 2004

Día de la Madre. Roxana hasta paseó por el súper con sus trillizos atados
"Aprendí a no dormir cuatro horas seguidas"

Roxana Piedrafita (39) y Gustavo Pavetti (39) intentaron durante diez años ser padres. Finalmente, y fertilización in vitro mediante, concibieron hace casi cinco años a Lucía, Jerónimo y Francisco. "Siempre recuerdo las palabras de mi mamá que me decía: «No sabés en qué te metiste», y si bien, tanto ella como yo estamos chochas con los chicos, debo reconocer que tenía razón. Por entonces, no tenía ni idea de cuánto me cambiaría la vida", dice Roxana.

Durante el embarazo engordó 30 kilos y tuvo que guardar reposo por cuatro meses. Al nacer los chicos se olvidó de dormir más de cuatro horas seguidas. "Durante 20 días les dí la teta. Me la pasaba yendo y viniendo de neonatología a casa. Hasta que un día el médico me dijo que abandonara la idea de amamantarlos y paré de correr", recuerda Roxana.

Allí fue que transformó inmediatamente el paisaje de su cocina: en la heladera llegó a guardar 24 mamaderas y en un rincón acumuló las latas de leche de 800 gramos que se vaciaban cada dos días.

Convencida de que se aprende a ser madre sobre la marcha echó mano a varias estrategias para salir del paso. Tenía un cochecito para dos bebés, entonces, acomodaba a los dos que se dormían en el sector trasero y al despierto en el delantero. Y a veces, cuando no le quedaba más remedio que ir con los tres al súper, los llegaba a atar con una cuerda: "Algunos me felicitaban y otros me reprobaban con la mirada. Yo hice lo que pude para que no se me perdieran y estar tranquila", reconoce.

Roxana no deja de nombrar a su hermana como una de las tantas madres postizas de sus hijos. Con ella vivió una anécdota de la que no se olvida: "Los chicos aún no caminaban y tenían su primer cumpleaños. Nos turnábamos para bañarlos y cambiarlos. Cómo habremos quedado de mareadas que cuando nos estábamos yendo, nos dimos cuenta que Lucía tenía su vestidito, pero no el pañal".

Hoy los chicos están más grandes y la casa se despejó de sonajeros y chupetes. Pero persisten los murales con fibras y pinturitas en las paredes y las pilas de juguetes y peluches en todas y cada una de las habitaciones de la casa. "Ni los tres lavarropas que tengo que poner por día hacen que me arrepienta de haber tenido a mis hijos. Eso sí, cuando me piden un hermanito, me río. Ni loca tengo uno más", dice Roxana.

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Jerónimo, Francisco y Lucía llenaron la casa de Roxana de juguetes, murales y risas.

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