| martes, 12 de octubre de 2004 | Condenado por un crimen que negó haber cometido El relato de dos testigos que lo vieron abrir fuego fue contundente. Aún sin más indicios, le dieron 12 años "Yo no fui, estaba cirujeando", juró el Loco Pablo el día que lo acusaron. Intentó despegarse así del crimen de un viejo enemigo suyo al que alguien había asesinado de varios balazos. Lo que no tuvo en cuenta es que el episodio fue presenciado por dos testigos, y que ambos coincidieron luego en señalarlo como el autor de los disparos. Aunque la policía nunca encontró el arma homicida, las coincidencias y la verosimilitud de esos testimonios le bastaron a un juez para sentenciarlo como autor del hecho.
Se trata de Pablo David Acosta, de 21 años. El juez de Sentencia Julio César García lo condenó a 12 años de prisión, aunque él apeló y el veredicto todavía no es definitivo. La pena incluye la sanción de dos robos y la portación de un arma que habían ocurrido antes del asesinato.
El crimen atribuido a Acosta ocurrió poco después de las 20 del 10 de julio de 2001. El escenario fue un descampado ubicado a unos 100 metros de Hollywood y Piriápolis (Ovidio Lagos al 8000). Es una zona donde las casas humildes alternan con los terrenos baldíos e incluso se confunden con los primeros campos ubicados más allá de los límites de la ciudad.
La víctima se llamaba Ariel Fernando Alderete y vivía por la zona. Es más: lo mataron en momentos en que había ido a buscar un caballo que tenía pastando en las inmediaciones para llevarlo a su casa. Hacía un buen rato que había oscurecido y la temperatura era muy baja.
Acosta, según contarían después los testigos, estuvo merodeando por la zona un buen rato antes. Al parecer conocía los movimientos de Alderete y todo indica que lo estaba esperando. A eso de las 20.15 lo vio, sacó una pistola y abrió fuego sin decir una palabra. Fueron varios disparos, la mayoría de los cuales impactaron en distintas partes del cuerpo de la víctima y le causaron la muerte en forma inmediata.
Tras el ataque, el homicida huyó, pero el hermano de Alderete y un amigo habían visto todo. Además, junto al cadáver de Alderete la policía halló varias vainas servidas de proyectiles 9 milímetros. Como los dos testigos contaron lo mismo durante el juicio, y no hubo evidencia que permita suponer animosidad hacia Acosta, el juez les creyó. No hizo falta más que eso, y la certeza de que el sospechoso solía ir armado con una pistola, para sentenciarlo.
Por la contundencia de estos testimonios, el juez condenó a Acosta como autor del homicidio y lo sentenció a 12 años, aunque en esa sanción incluyó penas por delitos menores que cometió antes. enviar nota por e-mail | | |