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 lunes, 11 de octubre de 2004

La selección cambió vértigo por pausa y manejo

Miguel Pisano / La Capital

"Ahora están todos apurados y juegan a chocar al rival", graficaba don Angel, con esa sabiduría bien de potrero. "En vez de parar la pelota, levantar la cabeza, hacer una pausa y meter una gambeta en el lugar adecuado para abrir una defensa cerrada", abundaba el viejo maestro.

"Ahora vamos a ver una selección argentina sin tanto vértigo, una característica que no me gustaba de Bielsa, y con un juego más elaborado", resumía el ex jugador de Newell's y Real Madrid, Jorge Valdano, otro de los analistas más lúcidos del juego.

La idea es tocar la pelota y tenerla hasta generar el espacio por donde entrarle a un equipo encerrado en su campo, pero sin volverse loco por hacer todo junto en una sola jugada. "A la pelota la tenemos nosotros y después vemos qué hacemos", decía el Negro Fontanarrosa para definir el particular estilo de juego del fútbol argentino.

Dos, tres o cuatro toques cortos y un pelotazo largo, si fuera necesario, fue uno de los recursos utilizados por la nueva selección de José Néstor Pekerman en su auspicioso debut con goleada del sábado en el Monumental sobre el pobre Uruguay en las eliminatorias, que marcó una de las características distintivas del perfil del nuevo -pero no tanto- equipo: los pibes se mataron por el puesto, al extremo que jugaron bien cuando tuvieron la pelota y se mataron por recuperarla cuando la perdían. Quizá la postal del ex volante de Boca Juan Román Riquelme yendo al piso a recuperar una pelota o bajando hasta la medialuna a hacer una falta táctica en un contraataque rival sean las que mejor pinta de cuerpo entero a la renovada selección de Pekerman.

El Pato Abbondanzieri tuvo una correcta actuación, sin responsabilidad en los goles. El de Cristian Rodríguez fue un derechazo cruzado, desde el área y sin oposición, y el penal fue muy bien pateado por Chevantón, a pesar de que la tocó abajo y casi la saca, después de que el brasileño Wilson Souza anulara el que había atajado por invasión de zona.

Fabricio Coloccini es uno de los defensores más regulares del plantel y parece haberse ganado un puesto. Walter Samuel, uno de los mejores stoppers del mundo, cumplió pero no se lució en su reemplazo del líbero Roberto Ayala. Y Gabriel Heinze juega cada día mejor: anticipa, gana de arriba en las dos áreas, cruza, cierra. Quizá la única crítica que merezca sea haberle dado a Chevantón la chance de tirarse en el penal que compró el árbitro brasileño, en un vicio de los marcadores argentinos de abusar de ese tipo de faltas, aunque esta vez la televisión mostró hasta el hartazgo que no hubo infracción. Al foul no sólo no hay que hacerlo, tampoco parecerlo, podría uno transpolar el viejo refrán.

El Pupi Zanetti, que juega siempre igual de bien, parece el dueño indiscutido del carril derecho, y el sábado coronó su partido número 90 en la selección con un golazo. El Cuchu Cambiasso jugó un gran partido, demostró que se puede jugar de volante central sin tener esos atributos guerreros que caracterizan la historia del 5 y puso a Pekerman en el mejor aprieto cuando disponga otra vez de Javier Mascherano, que parece número puesto.

El capitán Juampi Sorín sigue siendo el jugador emblemático del equipo: juega bien con la pelota, tiene una conmovedora entrega para recuperarla, llega hasta el fondo, va a cabecear...

La gran actuación de Juan Román Riquelme fue quizá la mejor noticia del auspicioso debut de la selección en la era Pekerman, sobre todo para aquellos que le endilgan -no sin razón- que era displicente, que no jugaba para el equipo, que no se sacrificaba. En realidad, es una delicia ver jugar al pibe con la pelota. Y, además, el sábado hasta fue al piso y volvió para marcar una réplica. ¿Qué más van a pedirle?

Lucho González ratificó sus muy buenas condiciones para el puesto de segundo enganche, que seguramente peleará con Maximiliano Rodríguez, un volante mixto, como le gusta decir a Pekerman.

El Conejito Saviola volvió a exhibir sus notables condiciones de delantero y de buen jugador con la pelota, al punto que sólo le faltó convertir, pero participó en las jugadas de los cuatro goles.

Y Lucho Figueroa revalidó, una vez más, sus fantásticas cualidades de goleador, con sus dos primeras conquistas en eliminatorias, sazonadas además con una entrega encomiable y una buena participación en el juego asociado.

Y ahora Pekerman cuenta con el mejor problema que se le puede presentar a un técnico cuando vuelvan Carlos Tevez, el Cabezón D'Alessandro, Javier Mascherano, Roberto Ayala y Mauro Rosales, por no nombrar también al convocable Chelito Delgado.

En fin, la selección se parece en esta comparación con el país, cuando uno se pregunta cómo puede andar mal con semejante potencialidad en recursos naturales, culturales y humanos, que en realidad son la mejor síntesis de los dos primeros. El problema no consiste en que no haya plata, sino en que está mal repartida. Ergo, jugadores sobran, sólo es cuestión de establecer una buena comunicación, darles libertad con responsabilidad, como decían los viejos maestros, y saber escuchar la voz del pueblo futbolero. Como bien decía Napoleón: "Vísteme despacio, que estoy apurado".

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Riquelme mostró su calidad ante los uruguayos.

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