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 lunes, 11 de octubre de 2004

Editorial:
Pobreza y solidaridad social

En el Día de la Virgen, el pasado jueves, el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor Eduardo Mirás, advirtió que en la ciudad de Rosario sigue habiendo muchos sectores periféricos "marginales y excluidos", pese a que se percibe un crecimiento económico. El arzobispo no sólo reparó en lo que sucede en la ciudad, sino que se extendió a la Nación: "Hay un tendal de pobres que abarca a más de un tercio de los habitantes", precisó y sugirió "recrear la solidaridad social para terminar con la desigualdad".

Fue un mensaje criterioso, necesario y acorde con el momento, por varias razones: hay sectores de la economía que vienen mostrando una recuperación sostenida y las personas que se ven beneficiadas han mejorado su nivel de consumo. Realizan inversiones, abren nuevos comercios, renuevan automóviles y refaccionan viviendas. Son datos auspiciosos, desde luego, y lo serían más aún si esos ciudadanos no repitieran las mismas conductas de la década del noventa, cuando el culto al individualismo y el afán de ganancias sin límites terminó con la entrega de todo el patrimonio nacional y la mayor crisis socioeconómica que haya sufrido la Argentina.

Resulta imprescindible que esa franja que hoy motoriza la recuperación dé señales de haber comprendido lo que sucedió hace unos años y muestre sensibilidad, tolerancia e iniciativas concretas para ayudar a aquellos que siguen sin hallar un horizonte. La Argentina ha tenido siempre una gran capacidad para resurgir con rapidez de situaciones críticas; sin embargo, cada caída ha arrastrado a mayor cantidad de personas. Hoy suman varios millones las que siguen en la indigencia o debajo de la línea de la pobreza. Y la responsabilidad para reducirla es individual y colectiva; es del Estado en todas sus instancias y de lo que cada funcionario y empleado haga o deje de hacer. Es también de las instituciones educativas, culturales, religiosas, económicas, sociales y deportivas. De la orientación que se imparte y del protagonismo que tenga cada uno de sus integrantes.

"No caben términos medios", dijo Mirás en la homilía; "o somos capaces de perdonar y reconciliarnos como hermanos o nos encaminamos progresivamente hacia una violencia mayor; o vivimos en la solidaridad que nos une o en el egoísmo que nos separa". Son palabras para suscribir, que la sociedad rosarina debe reflexionar y cada uno, según su capacidad, transformar en acciones en favor de los desprotegidos.

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