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 lunes, 30 de agosto de 2004

Asegurar la salud de los chicos
Hace 12 años que la Cooperadora del Hospital de Niños Zona Norte trabaja a la par de la institución y la ayuda a cubrir gran parte de sus necesidades

Clarisa Ercolano / La Capital

Un promedio de 25 mil pesos por mes. Esa es la cifra que tan sólo doce mujeres se encargan de reunir para luego ponerla a disposición del Hospital de Niños Zona Norte, el otro hospital de niños de Rosario en donde se atienden más de 200 mil chicos por año, contando a todos los de su área de influencia, la comunidad toba, la población de las islas y localidades vecinas.

  Esta organización nació hace algo más de doce años, casi conjuntamente con los inicios del hospital, que empezó a construirse después de que una epidemia de poliomielitis hiciera colapsar al Hospital Vilela.

  Paulatinamente se sumaron las responsabilidades y la necesidad de realizar cada vez más tareas que permitieran reunir fondos para ayudar al hospital a cubrir sus déficits. En 1992 se constituyó como cooperadora obteniendo la personería jurídica. “Todavía hay personas que no conocen que en Rosario hay otro hospital de niños”, dijo Olga Lucena, presidenta de la cooperadora, para aclarar de esta manera la importancia que ellas le dan a la difusión de su trabajo y sobre todo de la necesidad de la existencia de este efector de salud.

  Las integrantes de la cooperadora hacen todo lo posible para que los chicos reciban dentro del hospital todo lo que necesitan, sin tener que ser derivados de un lugar a otro, y que a su vez, pacientes, familiares y profesionales se sientan de la mejor manera posible. “Cada habitación tiene dos camas con ventiladores, televisores y decorados infantiles que crean un ambiente adecuado, al igual que sillones cómodos para que las madres puedan acompañar a los chicos”, detalló orgullosa María del Carmen Carnazola para agregar que “al optimizar la atención de los chicos, los profesionales trabajan mejor porque cuentan con más elementos”.

  Si bien la demanda de atención pública de la salud parece aumentar al ritmo de la crisis, este pequeño pero efectivo grupo se las arregla para estar en todo. Cuando falta leche en el servicio social se encargan de proveerla, al igual que cuando se necesitan pasajes para que algún paciente sea derivado a Buenos Aires. Y para que tampoco falten los pañales todos los años llevan adelante la campaña Prendete al pañal, con distintas urnas de recolección en diferentes puntos de la ciudad. De la ropa se encargan un grupo de jubiladas que tejen y confeccionan lo que haga falta.

  Además, compraron un grupo electrógeno, un ecógrafo, placas radiográficas, microscopios, calefaccionaron todo el hospital luego de que el desborde del arroyo Ludueña dañara la caldera y adquirieron dos sillones de odontología último modelo.

  Pero tanto esfuerzo no logra frenar la demanda constante que hizo que el hospital quedara chico y hubiera que construirle otro piso. Gracias a un subsidio provincial a la planta alta sólo le falta el corte de cintas, ya que la cooperadora se encargó de que estén listos los ascensores, baños y las salas de médicos y enfermería y también cada colchón y cada almohada adaptados para las camas de las piezas. El nuevo objetivo de estas damas incansables es la compra del instrumental necesario para cirugías, incluidas las oculares, que por ser importadas tienen un costo elevado.

  Rifas, cenas, tes, campañas de socios, desfiles, solicitudes a empresas y hasta las alcancías del Teatro Brodway, todo aporte resulta útil para este lugar que procura mejorar el servicio que brinda todos los días. Y sin dudas la vocación de servicio constante de estas mujeres que eligieron, como ellas dicen, “dar una mano a los que sufren el dolor, y el de los chicos que es uno de los que más duele”.

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