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 viernes, 20 de agosto de 2004

Mezclado entre los parroquianos de Cafferata y Urquiza
El último café de un ladrón atrapado en la mesa de un bar
Se alzó con $165 de la caja de un garaje. Pero el empleado salió a correrlo arma en mano y lo entregó a la policía

Rogelio Calichio no dudó cuando le dijeron que el hombre que se había llevado la recaudación de la playa de estacionamiento donde trabaja estaba a una cuadra del garaje. Arma en mano salió a buscar al bribón. Lo encontró tomando un café y mezclado entre los parroquianos de un tradicional bar cercano a la terminal de ómnibus. Allí lo retuvo ante el asombro de los clientes, que no entendían lo que ocurría, hasta que el trabajador exclamó a los gritos que ese era el hombre que le había robado el dinero. Los habitués del bar se convencieron de la historia cuando llegó la policía y detuvo al sospechoso.

Calichio tiene 70 años, y desde hace algún tiempo es uno de los serenos de una playa estacionamiento situada en San Lorenzo al 3500, en la intersección con el pasaje Quintanilla. A las 21.30 del miércoles, el hombre estaba en la parte posterior del local cuando un automovilista que acababa de llegar al garaje le dijo que un sujeto había robado el efectivo de la caja. El dinero estaba guardado en la oficina -situada en la parte delantera del inmueble- donde el trabajador recibe a los clientes.

El testigo del hurto también describió al intruso y entonces los dos hombres salieron a buscarlo. Se subieron al auto pero no necesitaron hacer un recorrido extenso. Apenas transitaron una cuadra cuando divisaron al ladrón. El sospechoso, vestido con ropa raída, sorbía un pocillo de café en el bar La Estrella, de Cafferata y Urquiza, mientras escuchaba la música que irradiaba una pequeña radio portátil.

El hombre al que Calichio apuntó como el autor del ilícito era un habitué de La Estrella, ubicado en la esquina denominada Osvaldo Pugliese, tal vez porque el lugar es un bastión de quienes danzaron al compás del 2 por 4 en las décadas del 40 y el 50 según contaron algunos vecinos. También era muy común verlo caminando por las galerías de la terminal de ómnibus.

Ya eran las 21.30 del miércoles cuando Calichio entró al bar con un revólver calibre 22 con el caño hacia arriba. "Dame la guita que me robaste", gritó apenas atravesó la puerta mirando fijamente al parroquiano que observaba el paso de los vehículos a través de una ventana.

El hombre primero no abrió la boca. Tampoco se inmutó cuando el sereno le exigió que se levantara y que exhibiera la billetera que tenía. "El tipo no se paraba y el hombre le decía que lo iba a matar", recordó Marcelo Bueno, el encargado de La Estrella.

Preocupado, Bueno decidió activar la alarma, pero la policía no acudió al lugar. Recién después de cuatro llamados a los operadores del Comando Radioeléctrico, un móvil de esa fuerza de calle arribó al comercio. Ya para entonces, el sospechoso con aspecto de indigente había negado la acusación. "Yo no robé nada", repetía el hombre. Sin embargo, no pudo sostener su inocencia por mucho tiempo. Un uniformado lo revisó y encontró la billetera con los 165 pesos.

Calichio y el presunto ladrón fueron a parar a la seccional 7ª. Ayer a la mañana, después de que el suceso se aclarara, el sereno regresó a su trabajo, pero el ladrón quedó preso. Fue identificado por la policía como Héctor Olmedo, de 39 años.

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El encargado de el bar fue otro de los sorprendidos por la acción.

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