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 miércoles, 18 de agosto de 2004

Editorial
Pequeños comercios transformados

La crisis que estalló en la cara de los argentinos al término del año 2001, y que significó el traumático final del sistema que había signado durante una década la vida nacional -la convertibilidad uno a uno entre el peso y el dólar-, trajo aparejadas profundas modificaciones en la estructura económica del país y también en los hábitos de consumo de la gente, entre las cuales una de las más significativas fue el renacimiento de los pequeños negocios en detrimento de las grandes cadenas de supermercados.

Las claves del renacimiento fueron determinadas por el terremoto que arrasó con las pautas vigentes en el pasado y fijó nuevas e impensadas reglas de juego: la necesidad tiene cara de hereje, asegura el dicho popular, y a muchos argentinos se les tornó súbitamente valiosa la posibilidad de adquirir productos al "fiado", práctica que virtualmente se había extinguido en los años noventa al compás del auge de las tarjetas de crédito y el "boom" de los hipermercados.

De pronto se revitalizaron los debilitados lazos con el almacenero de barrio y el trato mano a mano con el comerciante recobró la estatura perdida. Sin embargo, y acaso paradójicamente, la consolidación de la recuperación económica puso en riesgo la resurrección narrada: es que la renacida estabilidad produjo -si bien de modo acotado- el retorno del crédito, y las ventas de las grandes cadenas exhibieron el consecuente repunte.

Pero ante el desafío la respuesta fue inmediata y así lo reflejó una nota publicada en la edición de ayer de La Capital. De acuerdo con un informe que realizó una consultora, se puede aludir a una auténtica "supermercadización" de los pequeños comercios, con el objetivo de mantener y aumentar el nivel de ventas. Las cifras revelan que el veintiocho por ciento de los autoservicios y el veinte por ciento de los quioscos y almacenes han aumentado el surtido de marcas y presentaciones comercializadas, con el evidente propósito de ajustar la oferta a la creciente demanda.

Y esto es competencia bien entendida, la que fundamentalmente beneficia al consumidor y define con precisión el mejor espíritu del capitalismo. El titular de la federación porteña de almaceneros describió con lujo de detalles el trasfondo de los cambios: "El negocio tradicional recuperó mercado. El almacén se convirtió en autoservicio de barrio, agrupó la mercadería en góndolas y aumentó el surtido. Estamos mejorando la atención, hacemos entrega a domicilio. Vendemos mercadería de buena calidad". Todo un mapa de un bienvenido "aggiornamento", que ojalá se extienda y profundice.

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