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 lunes, 16 de agosto de 2004

El debut de Jardel estuvo a años luz de ser el esperado
El brasileño lució un estado físicodeplorable y se retiró silbado por la gente

Mauricio Tallone / La Capital

El tan esperado estreno de Mario Jardel en Newell's entregó la versión más patética de aquel goleador serial que supo matar en las áreas europeas. Esta referencia, que a trazo grueso sugiere caerle como plomo a un delantero que hace menos de un año se cansaba de arrodillar arqueros rivales, fue la síntesis más acabada de lo que mostró el brasileño en su presentación con la camiseta rojinegra en el Coloso.

Fue tan deslucido el aporte de Supermario en el debut, que el hincha rojinegro no tuvo el menor reparo en canjear por silbidos aquellos aplausos con los que le había dado la bienvenida cuando el equipo se asomó por el túnel. Claro que en esta reacción popular mucho tuvo que ver el poco tacto demostrado por el Tolo Gallego, que eligió reemplazarlo recién a nueve minutos del final por Penta y luego de que Jardel trabara con liviandad exasperante una pelota que derivó en la expulsión de Fernando Belluschi. En esta jugada el brasileño no sólo debió soportar el repudio de los hinchas sino la reacción del Negro Domínguez, que lo increpó duramente por haber levantado la patita en la acción que obligó a Belluschi a cometerle infracción a Bravo.

Hecha la salvedad del grado de culpabilidad compartida, la actuación de Jardel resultó indefendible desde cualquier punto de vista. Es que lució un estado físico tan lamentable que por momentos cayó en algunos movimientos desarticulados que lo pusieron a distancia de la estatura de delantero de la que hablan sus antecedentes. Un desatino que también reposa en el rol de Gallego, que lo tiró a la cancha aún sabiendo que su condición atlética no justificaba su inclusión entre los titulares.

Precisamente este tipo de situaciones son las que convocan a la sorpresa. Porque verlo a Jardel prisionero de limitaciones y a contramano de cada jugada generada por sus compañeros es una señal elocuente de que su déficit actual no descansa sólo en la cuestión física. El mejor reflejo de esta observación tocó techo a los 34 minutos cuando desde una situación inmejorable para definir, tras recibir un pase de Capria, su remate se fue muy lejos de las inmediaciones del Gato Sessa. La falta de referencia de la ubicación del arco para un tipo que vivió siempre con el arco entre ceja y ceja es cuanto menos llamativa. Sobre todo porque antes de esta maniobra su participación en el partido rayó lo indiferente, apenas se limitó a cabecear desviado un centro de Manso desde la derecha y recoger y desperdiciar un rebote luego de un tiro libre de Belluschi que se estrelló en el travesaño. Después, poquito y nada. Bien a tono con el silencio hospitalario con que se retiró raudamente de los vestuarios y se perdió en el atardecer sin formular declaraciones.

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Jardel mira con el Gato Sessa rechaza un pelotazo.

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