Secuestros SA

Las alternativas de la información sobre las personas secuestradas en el país ya forman parte de la cotidianidad. Como la cotización del dólar, el precio de la soja o las marchas de los piqueteros, el secuestro extorsivo -uno de los delitos más atroces- se ha convertido en parte de la vida de los argentinos. Este azote delictivo golpea casi con exclusividad a la provincia de Buenos Aires, donde la inseguridad de la población pasó a ser un tema central. Hoy, en todo el país, permanecen cautivos tres jóvenes. A Fernanda, la chica entrerriana de 13 años, y a Nicolás Garnil, el adolescente secuestrado hace 18 días en La Horqueta, se le sumó el jueves otro caso: Gabriel Gaita, el hijo de un empresario del cuero de Lanús.

Pese a todo, el gobernador de Buenos Aires, Felipe Solá, anunció que en los últimos dos meses bajó el número de secuestros extorsivos y exprés. Para las familias de los cautivos el anuncio de nada sirve porque sus parientes no aparecen.

La modalidad de secuestrar a una persona y exigir un rescate para liberarla es practicada por bandas bien organizadas que han conformado verdaderas sociedades anónimas del delito. Las siempre sospechadas fuerzas de seguridad bonaerenses parecen no poder encontrar el camino para desbaratar a estos grupos, que con toda impunidad se florean por el mayor Estado argentino.

Si este accionar permanece en el tiempo y los delincuentes obtienen el botín que reclaman, cada día será más difícil erradicar esta abyecta forma delictiva, más proclive a desarrollarse en países con dificultades para controlar la inseguridad.

Hasta ahora, este fenómeno se circunscribe a Buenos Aires, pero si bandas de otras zonas del país advierten que el "negocio" es rentable y poco peligroso, no demorarán en organizarse para comenzar a secuestrar personas. Las autoridades encargadas de la seguridad pública de la provincia de Santa Fe deben estar alertas y tomar medidas preventivas ante esta posibilidad.