| sábado, 14 de agosto de 2004 | Proceso de aprendizaje, evaluación y mercado laboral "Control, eficacia y eficiencia no responden a intereses formativos" El pedagogo Juan Alvarez Méndez reflexiona sobre el uso de términos de la economía en la educación Leandro Regalini (*) A pesar de que su uso se ha generalizo en materia de educación, "control, eficiencia y eficacia son términos que no nacen el ámbito educativo ni responden a intereses esencialmente formativos". La afirmación pertenece a Juan Manuel Alvarez Méndez, docente de la Universidad Complutense de Madrid (España). Su tarea académica se ha centrado en la aplicación de la didáctica a la enseñanza, mostrando una marcada preocupación en la formación de futuros profesores. Además, ha analizado las distintas reformas educativas y su relación con la evaluación y el currículum. En la entrevista reflexiona sobre la evaluación, como etapa fundamental del proceso de aprendizaje y su relación con el mercado laboral.
-El neoliberalismo ha redefinido algunas categorías como control, eficiencia y eficacia, para evaluar el sistema educativo en general. En el ámbito de la educación superior, ¿cómo se materializan estas categorías?
-La primera reflexión que provocan los términos es la necesidad de evaluarlos. Debemos tener en cuenta que son términos que no nacen en el ámbito educativo ni responden a intereses esencialmente formativos. Hoy se ven reforzados por discursos de fuerte orientación neoliberal, muy a tono con las exigencias de globalizaciones que llevan a fuertes tensiones descentralizadoras y restrictivas por vías de controles soterrados y amparados por grandes metáforas. ¿Cuáles son los fundamentos de la eficacia y de la eficiencia en educación? ¿Acaso son aplicables los criterios de rentabilidad de mercado en la educación? ¿Qué valores se ponen en juego en uno y en otro campo? ¿Cuesta lo mismo la inversión en un terreno y en el otro? ¿Qué constituye la materia prima en cada uno, cómo se selecciona? ¿Se puede justificar con los mismos criterios la selección de la materia prima en uno y otro? Si para fabricar un buen acero puedo seleccionar el mejor hierro, desechando el que no reúne las normas establecidas para tal fin, ¿puedo desechar en educación al alumno que no garantice un grado de excelencia que se ajuste a las expectativas de un rendimiento determinado a priori y que perjudicaría a su vez el grado de excelencia al que aspira un centro de calidad? Cuando desnudamos estos términos de la retórica que los envuelve, podemos descubrir en ellos el eufemismo que encierran.
-¿Y qué significan entonces?
-Control no es evaluación, y eficacia y eficiencia son dos términos tan ambivalentes, por tanto, tan ambiguos, que podemos hacer de ellos interpretaciones tan distintas y distantes como lectores de los mismos pueda haber. En contra de lo que aparentan y del supuesto consenso que concitan, son términos que no tienen la evidencia que sugieren. Por eso mismo se hacen usos ideológicos de ellos. Se impone en consecuencia no sólo la definición más allá de la literalidad de los términos sino también, y más exigente y necesaria aún, la toma de postura a la que llevan y los compromisos a los que obligan. Porque una cosa es fácil de entender: todos queremos ser eficientes y eficaces, y pocos, si alguno, reconocerían que su acción docente carece de calidad, síntesis de la eficacia y de la eficiencia, por más que existan evidencias de que los resultados obtenidos no acompañen a las palabras. Como consecuencia de este razonamiento sólo me queda pensar que la intención de la redefinición que hace el neoliberalismo de estos términos persigue propósitos que orientan las acciones de formación específica y especializada más a la selección y a la exclusión que a la formación integral, científica, técnica y humana de los futuros profesionales.
-¿Cree usted que el mercado laboral tiene gran influencia en las pautas de evaluación que se utilizan en el nivel superior?
-No creo. O al menos, es lo que deseo. Existen supuestas expectativas sobre el futuro profesional de los estudiantes en los niveles superiores de la enseñanza, y a mi modo de ver, desafortunadamente condicionan el propio aprendizaje así como la preparación para el desempeño futuro. Cuando la evaluación en estos niveles viene marcada por expectativas de mercado, la propia evaluación se convierte más en un recurso directo de selección. No se trata entonces de responder a una cultura de la evaluación sino a un culto al control. Y no conviene confundir categorías tan distintas. Porque con una buena evaluación que parta de un buen aprendizaje ayudado por una buena enseñanza, podemos asegurar una buena preparación. Pero no siempre podremos garantizar un puesto laboral. Obedecen a razones dispares.
-En función de lo anterior, ¿de qué modo impacta esto en las prácticas de enseñanza y en los procesos de aprendizaje?
-Como principio de actuación me resisto a aceptar que el sistema de evaluación condicione de un modo tan definitivo el currículum y su implementación. Cuando nos preocupamos sólo del mercado laboral o de la distribución sociolaboral de los estudiantes, alteramos los valores de lo que debe ser una buena formación y olvidamos las finalidades que deben orientarla. Como docentes universitarios nuestra preocupación es formar en cada campo de actuación personas competentes (ya el mercado las hará competitivas), con amplios conocimientos que vayan más allá de la inmediatez de un empleo determinado. Al hacerlo, probablemente garanticemos con miras más amplias las posibilidades de un desempeño competente y profesional altamente cualificado en nuestros estudiantes. Y antes, tal vez garanticemos la formación equilibrada de las personas. Pero si la enseñanza está condicionada por la perspectiva funcionalista, que tampoco garantiza por sí misma una adaptación automática al mundo laboral, por una parte, agotaremos las potencialidades de formación limitándolas a preparar "para"; y por otra, limitaremos nuestra función docente a ser llave de paso de "empleabilidad".
-¿Qué pasará entonces con la tarea de enseñar?
-El oficio de enseñar se limitará entonces a preparar para la adquisición de ciertas habilidades, dejando de lado aquellas que desde un punto de vista pragmático no sean rentables. Cualquier otra referencia a valores morales, intelectuales, de autonomía y de emancipación que da el acceso al saber, quedarán relegados al ámbito de lo utópico, por irreales, por inalcanzables o por inaplicables.
(*) Facultad de Humanidades y Ciencias (UNL) enviar nota por e-mail | | Fotos | | El educador español visitará Santa Fe en octubre próximo. | | |