| domingo, 01 de agosto de 2004 | La tregua Julio Villalonga (*) Es evidente que el presidente Néstor Kirchner y su antecesor Eduardo Duhalde acordaron una tregua. El nivel de confrontación, fogoneado principalmente por duros de uno y otro lado, había llegado a un punto que amenazaba con salirse de madre.
La decisión de bajarle el tono a la pelea es sabia, y nos permite sacar algunas conclusiones.
¿Quién fue el primero en tirar la piedra? No cabe duda de que el presidente, quien calculó mal y adelantó la discusión por los espacios en las listas para las elecciones legislativas de 2005.
Kirchner amenazó con lanzar a su esposa como candidata en la provincia de Buenos Aires y Duhalde, que desayuna con encuestas y lee una compulsa poco antes de irse a la cama, pareció temblar de miedo frente a la mera posibilidad, esto según los más cercanos colaboradores del primer mandatario. Manejaban encuestas que le daban a Cristina un 35% de aceptación entre los bonaerenses, contra un magro 12% para Chiche Duhalde. La verdad es que el líder del PJ en Buenos Aires, la última organización política poderosa de la Argentina, leyó esos datos y dio la orden de "barrer" su territorio con encuestadores para verificar el apoyo hacia una y otra dirigente. Los resultados lo preocuparon, pero están muy lejos de los difundidos por el kirchnerismo.
Así y todo, Duhalde entendió que no era este el momento de la confrontación. Y así se lo hizo saber a Alberto Fernández, quien coincidió con el caudillo bonaerense y parece haber convencido a su jefe de las bondades de esperar y ver.
La lógica de Duhalde es cartesiana. Si dentro de seis meses el gobierno se mantiene fuerte y con iniciativa, si la economía sigue creciendo y los problemas se van solucionando, no será él quien le ponga un palo en la rueda al proyecto político de Kirchner. "Nos tendremos que sentar a negociar y tendrán los lugares que correspondan en las listas", nos deslizó una primera espada del duhaldismo. Si no es así, el capital político del PJ provincial valdrá más y los kirchneristas deberán "ir más al pie", según la misma fuente.
Todo se reduce a esto.
La "ratio" política indica que no debería haber grandes sobresaltos de aquí a mediados de 2005, cuando comience a calentarse la maquinaria electoral. Si la cordura predomina, en especial entre los acólitos del presidente, es probable que entonces el gobierno nacional se dedique a gobernar y no a buscar obsesivamente adversarios a izquierda y derecha, por arriba y por abajo.
Ese camino, si el presidente se convence, puede ser el que lo lleve a mejorar de manera genuina su performance como para enfrentar una interna que, de otro modo, lo más probable es que lo encuentre disminuido, con consecuencias para la gobernabilidad y, en consecuencia, para el país, que honestamente nadie quiere imaginar.
(*)Director periodístico de la revista "Poder" enviar nota por e-mail | | |