| domingo, 01 de agosto de 2004 | Mágicas ofrendas en la Fiesta de la Pachamama Hoy, día de la Pachamama, y siguiendo costumbres ancestrales en el noroeste argentino, Perú y Bolivia, en el fondo de las casas se entierra una olla de barro con comida cocida. También se agregan hojas de coca, alcohol, vino, cigarrillos y chicha para alimentar y alegrar a la Pachamama.
Las tejedoras en sus telares tejen las unkuñas (pequeños manteles ceremoniales donde se realizan las ofrendas) para pedir por las buenas cosechas, buenos augurios y bienestar general.
Las hilanderas hilan en sus husos el hilo lloq'ue (hilo mágico, hilado hacia la izquierda) cordoncitos de hilo blanco y negro hechos con lana de llama que se atan en los tobillos, muñecas y en el cuello, con un sentido de protección para evitar el enojo de la Pachamama.
Desde mucho antes de la conquista de América se realizan las ofrendas a la Madre Tierra. En el mes de agosto, después de la época seca, se prepara y fertiliza la tierra para su fecundación, y antes de abrirla para la siembra se le pide permiso a la Pachamama, dándole de comer los mejores productos, pidiendo protección para el ciclo agrícola, el ganado y la familia.
La noche anterior de entregar las ofrendas se preparan las mejores comidas en abundancia y se zahuman los hogares (por eso se dice que un manto de humo azulado y de rico aroma cubre los pueblos andinos al amanecer del primero de agosto).
Por lo general, en las poblaciones andinas, las ofrendas se realizan en las casas y en las apachetas (altares de piedra en el cruce más alto de los caminos) donde los yatiris (médico, sacerdote, adivino predicen el futuro por medio de las hojas de coca) y los amautas (sabios andinos) ofician y ofrecen los ritos ancestrales que invocan a los dioses tutelares del universo andino que habitan en las cumbres de los cerros nevados. También arman la mesa de ofrendas e interpretan las señales de las cenizas.
En el mes de febrero, después de las cosechas, cuentan que la tierra descansa y despierta en el mes de agosto con hambre, y para que no se coma las semillas de la siembra (que comienza el 21 de agosto) hay que darle alimento por lo que se realizan las mesas de ofrendas y se tejen las unkuñas. Las ofrendas se hacen tanto en los campos como en las ciudades, donde la gente pide por un año de buena salud y prosperidad.
"Ahora la Pachamama tiene su boca abierta", relata Eliana Saravia mientras prepara una ofrenda. A ella la denominan chiflera porque de esa manera se las llama a las vendedoras de los elementos necesarios para armar la ofrenda.
Eliana cuenta que mientras la observan coloca la khoa (planta sagrada cuyo aroma sube al mundo superior o hanan pacha) alrededor forma un círculo con lanas multicolores de llama sobre las que ubica dulces de variadas formas, agrega mirra e incienso, luego tapa la ofrenda con una sábana y la entrega. Quien la compra preparará un fuego con leña, quemará la mesa y pedirá buenos augurios para el resto del año.
Artistas textiles alrededor de nuestro país han imaginado, recreado, soñado y plasmado en un telar la imagen de la Pachamama representada por cortes de tierra o por una mujer anciana (algunos han tejido cabellos blancos que se entrecruzan entre tramas y urdimbres, abstracciones, imágenes concretas, formas libres, colores ocres, rojizos y un sinfín de variaciones).
Sin embargo la Pachamama no tiene rostro ni forma, habita en el silencio de los cerros y en el movimiento de las manos de las tejedoras que pausadamente recrean un arte milenario que es la herencia cultural de América.
Artista textil y psicóloga Claudia Goldin
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