| domingo, 18 de julio de 2004 | [Lecturas] Reeditan dos notables relatos José Bianco: Una imaginación inquietante Nouvelles. "Las ratas. Sombras suele vestir", de José Bianco. Emecé Editores, Buenos Aires, 2004 Carlos Roberto Morán / La Capital José Bianco (1908-1986) fue un escritor extremadamente sutil, autor de una breve pero sustancial obra integrada por un libro de cuentos ("La pequeña Gyaros"), las dos novelas cortas ahora reeditadas y una novela larga ("La pérdida del reino"). Fue lector apasionado, agudo crítico literario y amigo de los grandes de la literatura nacional: Borges, Bioy Casares, Silvina Ocampo, Mujica Lainez.
Tanto en "Sombras suele vestir" (1941), como en "Las ratas" (publicado dos años más tarde), Borges y otros escritores creyeron encontrar la sombra de Henry James, pese a que Bianco aún no lo había leído. Sin embargo, al hablar de afinidad con el autor norteamericano a Borges y demás no les faltaba razón, porque son la ambigüedad y el juego con el lector aquello que caracteriza a las ficciones del argentino, textos que engañan por su aparente simplicidad.
En "Sombras suele vestir" la atmósfera es fantástica y habla de presuntos fantasmas; en "Las ratas", una amplia y variada exposición sobre música esconde un crimen. Ambos relatos son elusivos y reclaman una atenta lectura, presumiblemente una necesaria relectura. Al referirse a "Las ratas" Borges, que no era tan generoso al momento de elogiar a sus pares vernáculos, dijo sin embargo con su sabiduría característica que era "de los pocos libros argentinos que recuerdan que hay un lector: un hombre silencioso cuya atención conviene retener, cuyas previsiones hay que frustrar, delicadamente, cuyas reacciones hay que gobernar y que presentir, cuya amistad es necesaria, cuya complicidad es preciosa". Las mismas palabras conviene aplicar en relación a "Sombras suele vestir".
El título remite a un verso de Góngora: "El sueño, autor de representaciones,/ en su teatro sobre el viento armado / sombras suele vestir de bulto bello". El texto comienza de una manera confusa, como confusos son los sueños, situándose en una pensión de Buenos Aires en la que aparece una mujer joven, Jacinta Vélez, que se prostituye luego de la muerte de su madre, que se ha empobrecido casi de súbito. En la pensión regenteada por doña Carmen vive el hermano autista de Jacinta, Raúl, y el "elenco" se completa con uno de los amantes de la joven, el rico Bernardo Stocker.
El relato va enrareciéndose, modificando la propia historia: ya no estamos en la pensión, sino en la casa de Stocker, donde se discute largamente sobre la identidad y la entidad de Jesús. Después el centro de interés se desplazará a un sanatorio, tétrico, donde no sólo Raúl sino el propio Stocker, que busca la paz, son internados. Quedará por fin establecer qué ha ocurrido con Jacinta, si está viva o muerta o si no es una proyección psíquica de Bernardo.
"Dentro de la literatura abiertamente fantástica -advierte el autor- hay cuentos que nadie puede no admirar, pero quizás yo prefiero los cuentos que son y no son fantásticos. Los que admiten dos interpretaciones; una racional y otra sobrenatural".
En "Las ratas" quien relata es Delfín Heredia, un dotado para el piano. Cuenta sobre la relación que mantiene con los integrantes de su familia, integrada por sus padres, una tía biliosa, Isabel, y un hermanastro, Julio, con el que "dialoga" a través de su retrato. Cuando Julio se corporiza demuestra que es otra cosa, distinto a lo imaginado, y entonces las relaciones familiares se alteran y complican y el crimen se produce.
"En esta novela -advertía un crítico- Bianco desencamina al lector para después enfrentarlo con una revelación", pero no buscando confundirlo -como es lo propio del relato policial- sino que su propósito ha sido el de que ese lector "adquiera conciencia de que la realidad nunca es un don gratuito, sino un objeto de interpretación que admite, con igual exactitud, claves absolutamente opuestas".
Alberto Manguel, al referirse a ambas ficciones, advertía sobre su "vago parecido" y agregaba: "Cuentan dos historias que interesan, las comentan, pero también ocultan algo que el lector puede intuir, pero no precisar, y que misteriosamente, las encierra a ambas".
En las historias de Bianco hay "algo" que no termina de cerrar: "El autor parece saber más de lo que dice y el lector parece estar mirando siempre más cosas de las que puede", señalaba Tomás Eloy Martínez. Bianco, en el prólogo aludido, confiesa que en los años en que escribió sus poderosas nouvelles no era amigo de dilucidar los enigmas que sus textos plantean: "En aquella época no quería facilitar la tarea del lector o daba por sentado que el lector o los lectores a los cuales me dirigía sabían tanto como el autor". Se trataba de un todo confuso que a cada lector le correspondía descifrar.
Pero en ese mismo prólogo, quizás pensando en los lectores venezolanos que no lo conocían, Bianco se muestra generoso y ofrece más pistas. Entre otras, transcribe fragmentos de un agudo artículo de María Luisa Bastos, quien se detiene en la topografía de los relatos, apenas si mencionada por el autor, pero que son de alta significación para quien esté enterado de lo que en cada caso significan. Así, Bernardo vive "en la plaza Vicente López", sitio de ricos, y Jacinta, una posible alma en pena, "atraviesa lentamente la ciudad, pasando por un barrio propicio y modesto, de veredas sombreadas", que no es otro que La Recoleta, donde se encuentra el histórico cementerio...
Lo "indiciario", tan típico de Bioy Casares, está pues muy presente en estos textos de Bianco que son una puerta siempre abierta para la imaginación y la complicidad y que se mantienen incólumes, a pesar de los años transcurridos. enviar nota por e-mail | | Fotos | | |