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 domingo, 18 de julio de 2004

Panorama político
Amores perros en el PJ santafesino

Mauricio Maronna / La Capital

La realidad le dio la razón a la teoría: desunido, dominado y acorralado por la falta de ideas, el justicialismo santafesino es un avión en medio de una tormenta que lo conduce en caída libre hacia la fragmentación.

La discusión por la ley de lemas es a esta altura un culebrón interminable, y de pésima calidad, pero que puede resultar de muy alto costo para un partido que se abstuvo de blanquear su progresiva ausencia de renovación bajo el paraguas protector de las sucesivas victorias electorales.

La mejor manera de tapar a un elefante es esconderlo detrás de un montón de elefantes, y ese es el juego entre el oficialismo y la oposición.

¿O acaso no fue Jorge Obeid quien se negó hasta hace muy poco tiempo a cualquier corrección a una ley que, desde su entrada en vigencia hasta hoy, fue estirada como un chicle para disimular las carencias? Si alguien cree que esta definición nace bajo una afiebrada lucubración no tiene más que chequearlo con Eduardo Duhalde, Carlos Reutemann o Hermes Binner, testigos directos como este diario de una frase que retumbó en la sobremesa de un asado en la quinta de Olivos, cuando el entonces presidente le preguntó a Obeid por qué no se modificaba el régimen electoral: "Lo que sirve no se toca", dijo con voz lijada el hoy gobernador.

Nadie es inocente respecto a la manipulación de la ley: ¿no fue el socialismo el que debió apelar a los votos de un dirigente radical aliado que ya había bajado su candidatura para ganar la senaduría por Rosario en los comicios del 7 de septiembre? Y fueron el PSP (entonces Frepaso), la democracia progresista y la UCR (a través de sus apoderados legales) los que pidieron que no se pusiera en práctica, antes de las elecciones del 2001, un decreto que reglamentaba severamente la norma hasta evitar la aparición de nuevos clones, la proliferación de boletas y la resurrección de los eternos esperpentos de la política doméstica. Para quien mantenga las dudas, los archivos están al alcance de la mano.

Los peronistas que no abrevan en el obeidismo desafiaron abiertamente el viernes al gobernador: el diputado Jorge Giorgetti calificó poco menos que de pésima a su gestión hasta el punto de amenazarlo también con preguntarles -en el plebiscito de la discordia- a los santafesinos qué opinan sobre la marcha de la administración.

La senadora Roxana Latorre le dio entidad el viernes pasado a lo que esta columna adelantó hace siete días sobre las voces que se levantaban denunciando que Obeid tiene "guardados" 1.000 millones de pesos para distribuir en la campaña electoral.

"El Turco está arreglando la retirada con Hermes Binner, pero que no se olvide que en el 2005 hay elecciones y el que pierde, además de ser mariscal de la derrota, para el peronismo pasa a ser un traidor", vociferó un delegado del norte cuando los gritos atronaban en la departamental capitalina del PJ.

El obeidismo hizo bien en no dar el presente en el cónclave: de haber concurrido sus representantes, a esta hora el peronismo estaría quebrado y sin ninguna chance de recuperación. Sin embargo, el anuncio oficial de convocar a un plebiscito amenaza con convertirse en una bomba racimo.

Más allá del final de la novela de la ley de lemas, la dirigencia política santafesina tiene como arietes a los mismos voceros de siempre que, al fin, confían en seguir manteniendo sus jugosas dietas sea cual fuere el sistema que alumbre.

Y aquí nace la defección del líder del peronismo: Reutemann debería dar por cerrado el capítulo eterno de convocar a determinados personajes que, lejos de ser referentes de algo, naufragan en la intrascendencia y la falta de espesor.

La necesidad de oxigenar la política santafesina no es un devaneo teórico: hoy por hoy, la vicegobernadora María Eugenia Bielsa es la única revelación a fuerza de sentido común y dosificación de las declaraciones entre tanto palabrerío berreta.

La hermana del director técnico del seleccionado nacional se resiste a aceptar lo que aquí se anticipó hace semanas: transformarse en candidata a diputada nacional para enfrentar a Hermes Binner, que asusta a los peronistas como las lloronas de pueblo a los niños. "Cuando estuve con ella por primera vez me pareció que se quería llevar a todos por delante, recuerdo que me dijo: «Gobernador, tengo un proyecto para reconstruir la ciudad de Santa Fe», algo así... Yo me quedé sorprendido, pero ahora me parece que es de lo mejor que tenemos", se le escuchó murmurar al Lole.

Más allá del farragoso debate santafesino y de las incógnitas que quedan por resolver (pese al anuncio que formuló ayer Roberto Rosúa, ¿Obeid finalmente se animará a convocar a un plebiscito?), algo peor está ganando la escena política nacional: la violencia, ya no verbal sino física, en la que parece haber ingresado la Argentina.

La toma de comisarías, el pedido cada vez más insistente de mano dura de la derecha rancia y la escandalosa sucesión de episodios de violencia en la Legislatura porteña vuelven a dibujar el rostro de la irracionalidad.

"Lejos todo encaja mal, la ciudad quedó marchita. La gente se cansó de golpear y golpear", canta Luis Alberto Spinetta. Sería bueno que lo escuchen quienes prometieron "un país normal" pero ahora se empeñan en que lo peor no termine de morir y lo nuevo no alcance a nacer.

La crispación de los mensajes que parten desde el poder siempre será un abono para los intolerantes.

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