| miércoles, 14 de julio de 2004 | Pasearé a mi perro He leído notas y escuchado comentarios de gente que critica a los dueños de mascotas que pasean a sus animales por espacios públicos, expresando diversos argumentos que por brevedad no voy a reproducir. Voy a exponer y fundamentar brevemente la postura opuesta, para esclarecer el debate. En primer lugar reivindico el derecho de los señores humanos a tener mascotas, a mantenerlas adecuadamente y a disfrutar de ellas. Derechos atávicos ya que desde que el hombre es hombre ha tenido mascotas. En esta era tan tecnificada y a veces excesivamente materializada se pierden o difuminan ciertos valores, se olvida la historia humana, el aporte de los animales a la humanidad, y por egoísmo hay gente que busca desterrar a mascotas como asimismo hay otras que pretenden recluir en guarderías a los ancianos, o les molestan los juegos y gritos que profieren los niños o defienden la eliminación de fetos. Mientras algunos exaltan la ecología otros procuran alejar la naturaleza del hombre (los animales integran la naturaleza). Se exaltan los derechos de minorías de todo tipo, sexuales, discapacitados, etcétera. Y se pretenden desconocer los derechos de los dueños de mascotas. Señores detractores, nosotros los dueños de mascotas (que somos muchos) tenemos el derecho y la necesidad de poseer una mascota (que nunca es ingrata como muchos humanos). Nuestros animales precisan entre otras necesidades pasear por espacios abiertos, nosotros tenemos el derecho de pasear con ellos por espacios públicos y la satisfacción de satisfacer las necesidades nuestros canes. El espacio público es público, es decir de todos, también de nosotros, no sólo de los futbolistas que estropean el césped de nuestros prados y de los automovilistas que estacionan sus vehículos indebidamente. La posibilidad de que los excrementos de nuestros animales provoquen enfermedades es tan remota como los supuestos daños que histéricos les atribuyen a antenas de telefonía celular y fundamentalistas ecologistas a los productos transgénicos (ambos enemigos del progreso y por ende condenados a que sus posturas sean desechadas por el devenir histórico). Dichas heces fertilizan la tierra revitalizando el césped para solaz de niños y grandes. Lo de la bolsita y la palita no es práctico, por eso no se usa y es utópico. En una sociedad compleja, plural, donde coexisten e interactúan personas con derechos, intereses, inclinaciones y gustos diferentes para armonizar todo ello y posibilitar una pacífica convivencia hay mutuamente que tolerarse. De manera que así como toleramos las molestias, los riesgos, los ruidos molestos, las emanaciones cancerígenas, etcétera propia de los automotores, negocios, establecimientos industriales, los residuos de todo tipo, etcétera también se deben tolerar las molestias justificadas e inevitables provenientes de nuestras mascotas.
Raúl Miguel Ghione
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