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 domingo, 04 de julio de 2004

Un sueño forjado desde el sacrificio

El tenis también tiene historias como las de María Sharapova, quien huyendo de los peligros de Chernobyl, saltó hace una década a Florida para iniciar a los 7 años el sueño que concretó ayer con el título de Wimbledon.

Galina, abuela de Sharapova, estaba preocupada en 1987. Sólo había pasado un año desde el accidente nuclear de Chernobyl, y María estaba a punto de llegar al mundo. Yuri y Yelena Sharapova vivían en Gomel, Bielorrusia, a escasos 300 kilómetros de la malograda central nuclear. "Estábamos tan preocupados por la niña que nacería, que antes de que lo hiciera decidimos mudarnos", dijo Galina. Fue así que Sharapova nació en Nyagan, una ciudad siberiana en la que las temperaturas pueden caer en invierno a los 40 grados bajo cero. Bajo las leyes de la entonces Unión Soviética, era el único lugar al que podían mudarse, ya que allí había nacido mamá Yelena. A los 3 años se mudaron a Sochi. Y un año después llegó el primer contacto con la raqueta, impulsado por el entrenador Yuri Yatkin.

Fue en 1992 que Martina Navratilova, visitando Moscú para jugar una exhibición, vio por primera vez a Sharapova. Quedó impresionada, y hoy, tras el éxito, fue clara: "Sharapova es lo mejor que podía pasarle al tenis femenino".

Yuri Sharapov, ingeniero en los pozos petrolíferos del Mar Negro, estaba obsesionado con hacer de su hija una campeona, y en 1994, reunió todos sus ahorros y compró dos pasajes de avión a Miami. La meta, la academia de Nick Bolletieri, conocida mundialmente por producir campeones precoces. Aquella noche que Yuri llegó con María, de 7 años, a Miami, llevaba dos maletas y 700 dólares. Eso era todo. Nadie los esperaba y pasaron la noche en un motel barato. Al día siguiente, sin saber una palabra de inglés, tomaron un autobus y un tren a Bradenton. Al llegar a la academia, el padre de otra alumna intentó disuadirlo: "Usted sueña, ella es demasiado joven".

Yuri tenía a una rusa que trabajaba allí como traductora, y no dejó de insistir hasta que María fue aceptada. Alquiló por cien dólares al mes un departamento de un ambiente en las cercanías y trabajó en la construcción. Comenzaba el sueño de María, que estaría dos años sin ver a su madre. Por eso ayer dijo: "No puedo esperar a ver a mi madre, eso es lo primero ahora", agregó. Y se abrazó con su padre en la tribuna, el que fue uno de los más intensos y emotivos que se recuerden en años en un Grand Slam.

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