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 domingo, 04 de julio de 2004

Panorama político
La imbecilidad al palo

Mauricio Maronna / La Capital

La política es por estos días nada más que el arte de la conjetura, aderezado por episodios grandilocuentes y desmesurados que conducen a aquel estadío que supone que todo puede ser peor.

Veamos las instantáneas: el gobierno involucrándose de lleno en la interna piquetera, arriando ministros a un acto en Parque Norte organizado por el exótico Luis D'Elía. El duhaldismo, por boca de Alfredo Atanasof, sentenciando que Kirchner es el jefe del partido piquetero nacional. Un buchón de la Policía Federal y dealer de poca monta asesinando a sangre fría a un activo militante de la Federación Tierra y Vivienda. Una comisaría tomada y destrozada por D'Elía y sus muchachos. El mismísimo D'Elía vinculando a Eduardo Duhalde con la mafia y responsabilizándolo por el crimen de Martín Cisneros. Una jueza denunciando que nadie respetó la orden de desalojo de la seccional 24ª de La Boca ni la detención de los activistas. El gobierno (sin el presidente, encabezando una multidelegación en China), extraviado y ausente, observando las secuencias como si se tratara de una película exótica y lejana.

La saga de acontecimientos mostró nuevamente a una sociedad harta de los desvaríos, pero acostumbrada a la falta de asombro. Todos los escenarios están ceñidos por una feroz pelea interna en el Partido Justicialista que, como siempre en la historia argentina, logra que las detonaciones se hagan sentir en la vida de la República.

¿Cuántos se levantan (como aconsejó el historiador Natalio Botana en "La República vacilante") para pedir que prime la razón aunque truenen las pasiones? Lejos de convocar a la cordura, desde todos los ámbitos institucionales con voz y voto, las recetas huelen a remedios que suelen ser peores que la enfermedad, o a placebos insignificantes.

"No vaya a creerse que la calle es patrimonio de una sola facción. Todo lo contrario: la movilización de unos convoca la contramovilización de otros. Así nació el fascismo, como una fuerza de ocupación de la calle dispuesta a desplazar las banderas que, del lado opuesto, proclamaban una inminente revolución. Si las cosas se presentan así, esto sería muy malo para una amplia franja no representada que quiere reformas de la democracia sin abdicar de ella. ¿Dónde están los liderazgos que interpreten esas apetencias?", se pregunta Botana en su trabajo. La respuesta aún sigue con el casillero vacío.

La derecha nativa (atomizada, obsoleta y con los mismos conocidos de siempre) parece querer emular a los viejos dirigentes clasistas que creían ver en toda crisis "condiciones objetivas" para poner en marcha la revolución. Los voceros de la mano dura creen que las calles quedarán despejadas con el simple recurso de la represión y que la ausencia de esta política es lo que convierte al gobierno en un rehén de los violentos.

Esta línea de pensamiento, acicateada por los columnistas dominicales de los grandes diarios porteños (que en los momentos bisagra de la historia dejan ver su auténtico pelaje), es incapaz de comprender que, de repetirse la metodología que terminó con las vidas de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, un reguero de sangre correrá a la vuelta de la esquina.

La ausencia de raciocinio de una vertiente ideológica demasiado apegada a la ausencia de formas democráticas empalma con la nula visión crítica de ciertas capillas ideológicas de la progresía, que ahora quedaron encerradas en el discurso paleolítico de D'Elía, un personaje que se constituye en el mejor ejemplo para demostrar que el clientelismo no es propiedad exclusiva de los barones del conurbano.

Cargar las culpas en el gobierno por la presencia o la ausencia de represión a los piqueteros es un reduccionismo peligroso y de poco espesor: la responsabilidad del Estado tiene que ver con los significados del término anomia en cualquiera de sus acepciones: ausencia de ley, o conjunto de situaciones que derivan de la carencia de normas sociales o de su degradación.

Debajo de la cuestión piquetera, imán mediático por la notable capacidad de movilización que supieron conseguir sus pintorescos líderes, asoma una realidad social que aterra al ver solamente algunos indicadores que pintan a esa mitad de los argentinos que convive con la pobreza. El desempleo afecta al 40 por ciento de las personas de 14 a 24 años; las mujeres pobres, jefas de hogar, suman 675 mil desde la devaluación.

Recomponer el dramático cuadro social que vive la Argentina es la principal tarea que debe realizar de una vez por todas el presidente Kirchner. Su primer año de gobierno lo consumió en la imprescindible necesidad de construir legitimidad, con el costo de abrir todos los frentes al mismo tiempo para diferenciarse del "noventismo", una conceptualización hoy caída en desgracia.

Sería trágico para el país que un presidente que consiguió bases de legitimación superiores al 70 por ciento, logrando restaurar el vínculo entre gobernantes y representados, termine acorralado por su propia sombra.

El regreso de China debería marcar un quiebre en el estilo pero, fundamentalmente, en la agenda del jefe del Estado, para quien la articulación de consensos será necesaria como el aire para respirar.

Si la ya desgastante guerra de nervios con el duhaldismo desemboca en una lucha frontal con el ex presidente todo lo visto hasta ahora pudo haber significado nada más que un juego de niños.

Gobernar siempre es dar trabajo.

En Santa Fe, la política sigue girando alrededor de la derogación o modificación de la ley de lemas, una cuestión que le ha permitido a la oposición tomar la ofensiva y poner contra las cuerdas al atribulado PJ provincial.

"La bomba atómica es un tigre de papel que los norteamericanos utilizan para asustar a la gente", decía Mao allá lejos y hace tiempo. Mientras el justicialismo se desgarra internamente por el sistema electoral, el socialismo encontró su propio tigre que, aunque sea de papel, hiere la piel de los oficialistas.

La ausencia del obeidismo en la reunión partidaria del viernes pasado evitó un quiebre en el partido gobernante.

"No vamos a votar una modificación a la ley de lemas. En algún momento tenemos que caminar de cara a una reforma política en serio. Tenemos que estar adelante de la gente, no atrás. Ese es nuestro límite", se atalona una calificada fuente del Ejecutivo provincial.

"Estos tipos están desesperados porque todavía no empezaron a gobernar. Se dejan correr por los medios adictos al socialismo y se olvidan de que están en el poder gracias a los votos que les regaló (Carlos) Reutemann por esa ley que ahora maldicen. Nosotros también nos plantamos... No le vamos a regalar la provincia a (Hermes) Binner, a quien la única idea que se le escapa es tildarnos de fraudulentos. ¿Acaso elegir a dedo a los candidatos no es un fraude?", replica un ex funcionario de la administración provincial.

Para evitar que la sangre llegue al río, algunos dirigentes de distintas líneas internas comenzaron a trabajar en el armado de un nuevo sistema electoral: un esquema mixto que contempla las internas abiertas y simultáneas para los comicios a gobernador y vice, mantiene la ley de lemas para las elecciones de legisladores provinciales, municipios de segunda categoría y comunas, estableciendo la autonomía para que Rosario y Santa Fe puedan dictarse sus propias cartas electorales.

Parece un mamarracho.

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