| sábado, 03 de julio de 2004 | Actos de gobierno y rédito político Es un deber (y también un derecho) constitucional hacer conocer a la sociedad los actos de gobierno, ya que los hechos no se imponen por sí mismos sino a través del poder de la palabra. Credibilidad y poder político conforman históricamente un binomio inseparable y sustentan, a su vez, la memoria colectiva. Podría decirse que es el ABC de la política con mayúsculas. Las representaciones de la sociedad (por más mediáticas que éstas sean) se nutren de dichos pero esencialmente de hechos. Ha sido así en el pasado y lo es hoy, aunque la sociedad argentina se encuentre fracturada, la ciudadanía degradada, la representación política cuestionada, la Justicia desvalorizada y los consensos sociales y políticos se construyan y reconstruyan más allá de su poder simbólico. La crisis argentina (el infierno tan temido) no es sólo económico-financiera, no está atada unilateralmente a la abrumadora deuda externa; es más profunda. Afecta los valores y las mentalidades colectivas de un país, de nuestro país, que se conmueve ante el desconcierto, porque la educación y el trabajo no resultan ya mecanismos para el ascenso social. Cada anuncio de la dirigencia política genera expectativas válidas en los actores sociales, ávidos de certezas que les permitan encauzar su futuro, recrear sus ideales y dar consistencia a su identidad. La Argentina es un país cuestionado, que se cuestiona permanentemente a sí mismo. Su sociedad vive en una situación de diagnóstico constante, pero parece no poder avanzar más allá. Las políticas de Estado se plasman en papeles que contienen "planificaciones estratégicas" que no siempre condicen con las acciones, con los hechos. Los hombres y mujeres que habitan el suelo argentino reconocen los graves problemas nacionales, pero esperan de sus dirigentes propuestas precisas, simples pero certeras, sin grandilocuencias; es decir, respuestas concretas que sean capaces de hacerlos copartícipes de un futuro mejor, creíble y certero. A 30 años de la muerte de Arturo Martín Jauretche, podría decirse -como él sostenía- que es preciso "profesar una ortodoxia para con los mandatos de la realidad, que suele contrastar con las ortodoxias doctrinarias".
Noemí M. Girbal Blacha
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