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 domingo, 27 de junio de 2004

Un ladrón derribó la puerta, entró a una casa y robó a dos ancianos
Fue en Alberdi. Con una navaja y bastante cobardía, arrastró a los abuelos para llevarse plata y el televisor

Carmen Libonati miraba televisión antenoche junto a su esposo en el living de su antigua casa del barrio Alberdi cuando dos tremendos ruidos en la puerta la sobresaltaron. La mujer, de 88 años, se acercó a la puerta y se sorprendió cuando se topó con un muchacho que había derribado a patadas la abertura y sostenía una navaja con gesto amenazante. Para el intruso el camino fue sencillo desde entonces: empujó a la anciana al interior del inmueble y, una vez adentro, se llevó un televisor y 300 pesos.

Carmen tiene 88 años y, desde hace 55 años, vive en su casa de Zelaya 1550 cuando llegó a la barriada con su esposo, Hambito Eduardo Mata, un jubilado municipal de 91 años. Eduardo a duras penas puede caminar y sentado en un sillón sólo atinó a implorarle al ladrón que no lastimara a su mujer.

Ayer a la tarde, Carmen estaba enfundada en una bata mientras su marido descansaba en una habitación. Lucía serena y con lucidez reconstruyó el episodio que vivió. A las 23.30 del viernes, la mujer y su esposo estaban apoltronados en dos sillones cuando escucharon que alguien sacudía con violencia la puerta. "Primero escuché un ruido fuerte y a los cinco minutos el otro. Cuando salí a ver lo que pasaba me encontré con el tipo, que tenía una navaja. Me dijo «quiero la plata», me dio un empujón y me tiró al suelo", recordó Carmen.

El asaltante no se apiadó a pesar de que su víctima era una mujer frágil. La tomó de un brazo y la arrastró adentro de la vivienda. Eduardo contemplaba la escena inmóvil mientras el ladrón interpelaba a la pareja para que les entregara objetos de valor. "Buscaba anillos. Me dijo «vos no sos casada porque no tenés la alianza». Le dije que lo había vendido", contó la mujer.

La respuesta del intruso fue brutal. Arrancó a Eduardo del sillón y lo arrojó al suelo. Con la situación controlada, el ladrón comenzó a recorrer la casa en búsqueda de elementos de valor. Revolvió los cajones del ropero, pero no recogió ninguna prenda. Después, cuando divisó el televisor 29 pulgadas de la pareja, lo cargó y llevó a la vereda. Después, se apoderó de una radio, un nebulizador y 300 pesos de la magra jubilación que cobra el ex trabajador municipal.

Veinte minutos después el maleante se marchó y entonces Carmen corrió a la vereda para pedir ayuda, pero no encontró a nadie. Un rato después, unos vecinos que participaban de una fiesta familiar advirtieron las luces encendidas en la vivienda y se acercaron al inmueble. En ese momento, la mujer les contó lo que había sucedido. Eduardo estaba paralizado porque una baldosa arrojada por el ladrón había rozado su cabeza.

Un rato después un médico le tranquilizó con un calmante y la pareja se consoló pensando que el atraco podría haber sido más violento.

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Carmen Libonati, lúcida y asustada.

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