| domingo, 27 de junio de 2004 | Interiores Felicidad sexual Jorge Besso Es de toda evidencia que el mundo no sabría qué hacer en esta vida sin la sabiduría que baja desde el Norte hacia el Sur. Desde el hemisferio top nos llega en estos días el secreto más buscado en la historia de la humanidad, esto es la llave de la felicidad. Por lo demás, una llave que está al alcance de todos.
Cierta ingenuidad pragmática y neurótica siempre creyó que el dinero hacía a la felicidad, pero ahora desde el paraíso del dinero dicen que un estudio realizado por dos expertos universitarios viene a descubrir que la felicidad está en el sexo y que la felicidad sexual produce dinero. O al menos una suerte de equivalente. Los dos expertos llamados Blanchflower, David, norteamericano el hombre, del Dartmouth College y Andrew Oswald, por suerte inglés (puesto que con ese apellido cualquiera podría pensar en un parentesco con el asesino de Kennedy) proveniente de la Universidad de Warwick.
Ambos estudiosos, como no podía ser de otra manera, han realizado un estudio más que nada para seguir siendo estudiosos, y su estudio se llama "Dinero, sexo y felicidad", una auténtica investigación en el terreno, en este caso 16.000 estadounidenses, con toda probabilidad gente que no fue a Iraq, es decir no son ninguno de los que cometen aberraciones sexuales fuera de sus fronteras. En cambio sí las practican dentro de las fronteras de un país extranjero, y no por estar en guerra.
La guerra es lo que las hace posibles, pero en el fondo las comenten porque los otros son extranjeros y para los norteamericanos todos los que no son ellos son extranjeros, y lo son, aunque estén invadiendo el país de los otros. Es decir estos 16.000 norteamericanos encuestados son americanos del norte, esto es, ciudadanos del primer mundo que hacen uso de su sexualidad. La expresión "hacer uso" es una expresión en desuso, muy usual hasta poco más allá de la mitad del siglo pasado.
Dicha expresión se refería a tener relaciones sexuales, con un tono más bien seco y casi técnico, se la usaba sobre todo en las historias clínicas iniciales, y era la forma usual de preguntar a alguien si hacía uso y con qué frecuencia. Como se puede ver, una manera muy poco elegante y muy poco erótica de hablar de lo sexual, y donde no está claro si hacer uso se refiere a hacer uso de la propia sexualidad o de la sexualidad del otro.
En suma se trata de una desconsideración del otro o de una desconsideración de sí mismo, que son las dos pendientes por donde se va resbalando el humano. Muy a menudo se trata de una combinación de ambas desconsideraciones, de sí mismo y del otro, ya que toda una parte del mundo tiende a resbalar hacia lo "tecno". Como si fuera un ideal para buena parte de la sociedad actual que el mundo fuera ocupado cada vez más por seres objetivos, calculables y previsibles, verdaderos nadadores de las aguas de la afinidad y no panicados nadadores en las aguas de la diversidad.
Este tipo de seres, o de engendros, es lo que parece pretender el estudio en cuestión: estudio que de una punta a otra está recorrido por una tesis que hace temblar la cultura occidental: "La influencia de la vida sexual sobre la felicidad es estadísticamente comprobable... y grande", afirman los autores expertos. Zambomba. No cabe duda de que hay un antes y un después de este estudio que nos ilumina, y por tanto nos saca de nuestra oscuridad cotidiana en la que se nos pasó por alto la importancia, nada menos, que de la sexualidad.
Además, no sólo es estadísticamente comprobable, sino que es calculable, en tanto y en cuanto los expertos nos dicen que una pareja que practique sexo cuatro o más veces por mes se enriquece "unos 49.000 dólares al año", a partir de un complicado cálculo que convierte las denominadas unidades de felicidad en dólares. Maravilloso. Ahora bien, las diferencias como se sabe, entre los del norte y los del sur, son más que notorias considerando que los del norte son seres desarrollados, sajones, primer mundo y por lo tanto objetivos, mientras que los del sur somos subdesarrollados, latinos, tercer mundo y por lo tanto subjetivos, todo lo cual hace que dentro de nuestra pobreza, en el sistema de reparto, la pasión quede de nuestro lado.
Así las cosas, es de pensar que nuestros enamoramientos han de rendir muchas más unidades de felicidad que los del norte, que con la compleja transformación que se menciona en la investigación se convertirán en el equivalente de muchos más dólares que al cambio serán todavía una riqueza mayor. El estudio aporta otros datos, también muy sorprendentes, como que los casados tienen más horas de amor que los solteros, divorciados o viudos, lo cual podría resultar obvio sino fuera por el hecho de que hay casados que ya no se "cazan" entre sí.
Por lo demás las llamadas "horas de amor" a diferencia de las horas de vuelo que se suman, en el caso de los encuentros sexuales, se trata de un promedio. Como todo promedio tiene bastante poco de verdad, salvo para las necesidades del mercado, de lo contrario la próxima investigación (que ya estamos esperando) nos va a dar los índices y los indicadores de los promedios de felicidad. Y nuestro promedio sub sur será inexorablemente superior.
Con lo que somos más ricos y no lo sabíamos, de forma que desde estas tierras sureñas, y desde estas almas se podrá organizar el Banco Mundial de la Felicidad, que con los consiguientes préstamos al norte terminaremos por solucionar definitivamente el problema de la deuda externa. Por suerte el ser humano no es calculable ni en dólares, ni en unidades de felicidad (que parecen como los galenos del alma) y no es calculable ni en el norte ni en el sur, en tanto la especie humana es la especie de la diversidad, en este sentido más que ninguna otra especie, ya que por caso conociendo una hormiga colorada se conocen todas. No se puede decir lo mismo de los humanos, aunque sean universitarios norteamericanos. enviar nota por e-mail | | |