| domingo, 27 de junio de 2004 | A la querida Leticia Cossetini Querida y admirada Leticia: me alegra saberla bien, en pleno goce de la vida y en pleno ejercicio de su tarea de enseñanza. Ha llegado usted a una meta difícil de alcanzar para la mayoría de los seres humanos, cumplir un siglo completo de existencia. Es posible decir que su vida, como lo quería ese gran pensador que fue Viktor Frankl, está cargada de sentido. En un mundo en el que el absurdo a veces nos abruma conserva usted la lucidez y la ejerce solidaria. Continúa enseñándonos, aunque hace ya tiempo que no luce el guardapolvo blanco ni recorre las aulas, aunque no seamos sus alumnos de la Escuela Serena. Pero sí somos docentes y sabemos del placer enorme de abrirles camino a las vidas en flor; contamos con su ejemplo y con el de su hermana Olga para recordar siempre que el acto de enseñar es ante todo un acto de amor y de respeto a las diferencias. Otras actitudes serán adoctrinamiento, domesticación, instrucción, pero no educación. Las palabras que se nos dicen son mensajes cargados de esperanza y su afirmación de que "elaborar proyectos es deslumbrante pero sosternerlos es heroico" es una clara muestra de su voluntad de seguir aportando a la especie humana en medio de una situación social que puede llevar a muchos al escepticismo y al desaliento. Usted no se doblega, no claudica, persiste... Deseo compartir con usted una reflexión: nos toca vivir una época cruel y descarnada, de egoísmos múltiples, una etapa histórica en la que la codicia de los poderosos parece ilimitada pues la ambición de hegemonía de los imperios y guerreros no repara en propulsar guerras y alentar odios en todo el orbe. Tiempos en los que unos pocos exhiben con frivolidad sus riquezas en bodas y festines haciendo de la indiferencia y la corrupción su divisa y lo peor es que se pretenden impunes. Son estos años sombríos en los que asistimos al desolador paisaje de niños con hambre, como en Tucumán, increíble en un país con cosechas récord de cereales. Niños a los que les arrebatan el presente y les roban el futuro. En síntesis, una época de violencia simbólica hecha sistema, de pobreza planificada. Paulo Freire dijo alguna vez: "La educación es un acto de amor, de coraje. Es una práctica de la libertad dirigida hacia la realidad, a la que no teme. Más bien busca transformarla, por solidaridad, por espíritu fraternal". Usted, Leticia Cossetini, con sus jóvenes cien años, con su bello espíritu intacto para el asombro nos alienta a seguir construyendo espacios de libertad creadora desde la educación popular.
Carlos Solero
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