Cuando el refugio es un lugar de encierro

La desprotección de la niñez con lazos familiares disueltos o de pobreza extrema ofrece ejemplos dolorosos e insólitos. Es el caso de cinco menores de entre 11 y 14 años que están alojados en dependencias de la policía de Menores a pesar de que no cometieron ningún delito ni que se haya abierto una causa penal en su contra. Están allí porque sus padres ni ningún pariente se pueden hacer cargo de ellos.

Hace una semana, dos hermanos de 11 y 14 años fueron levantados por la policía en la calle. Sus historias no son diferentes a muchos de los pibes que viven en asentamientos precarios en la ciudad. Sus días transcurrieron en el hacinamiento y la imposibilidad de acercarse a una mejor calidad de vida.

Llegaron de una villa de la zona sur. Y desde entonces, permanecen en el edificio de la policía de Menores, de Dorrego al 900. Su destino es incierto, porque ningún familiar se presentó a retirarlos. Aunque ellos esperan que el sacerdote Tomás Santidrián los lleve a unos de sus hogares.

El caso de otro chico de 11 años es más dramático. Hace tres días fue derivado del alojamiento de Dorrego al 900 a una clínica psiquiátrica de Alem y Gaboto. Había llegado de Puente Gallego. Y sus problemas de conducta, según contó una fuente policial, obligaron a internarlo allí. Como la abuela no podía contenerlo, el juez de Menores Jorge Cartelle dispuso su alojamiento en Menores. "Se le escapaba a la abuela porque es muy travieso", explicó el jefe de policía de Menores, Rodolfo Romero.

Como una paradoja del destino, la madre realizó el mismo recorrido en su vida. Vivió su infancia en una habitación de la policía de menores y murió después de pasar por las salas de un instituto para atención de enfermos psicológicos.

Dos chicas de 14 años permanecen en el penal de menores situado en Cafferata al 300. Sus padres denunciaron en los Tribunales que abandonaron varias veces su casa de La Cerámica y dos jueces decidieron que estén allí hasta ser ubicadas en otro albergue.