| miércoles, 16 de junio de 2004 | Reflexiones Alprazolán 0,5 mg. dos veces al día Carlos Duclos "Estaba ansioso y alterado, como corresponde a un hombre de la sociedad argentina de nuestros tiempos, aguardando el diagnóstico del médico. Quería saber si la arritmia y esos pequeños dolores pectorales le impedirían seguir andando como alienado (porque era así como andaba cada día) apenas para sobrevivir. Sin embargo, las palabras del médico lo calmaron un poco sin dejar de sorprenderlo: "Cuando se pierden los códigos el hombre se derrumba y aquí se perdieron los código Gamarra, los destruyeron. La falta de trabajo socava la dignidad. Los sueldos más bajos y la pérdida del poder adquisitivo no sólo impiden la consecución de bienes necesarios para la vida, sino que afligen. El hombre protector se siente perdido y no necesitado. La familia se desvaloriza y queda expuesta a los males ya conocidos. En fin -dijo el médico ante la mirada atónita del paciente- quiero decirle que su corazón no tiene nada, sino una gran pena. Usted padece de un fuerte estrés. Le recetaré Alprazolán 0,5 mg. -añadió serio el profesional- y lo tomará dos veces al día, pero esto, amigo, es para salir del paso, porque le aconsejo que realice sesiones con un psicólogo".
Si el lector supone que es el fragmento de una novela o de un cuento, pues se equivoca, es la reproducción de una típica y no deseada escena argentina que tiene al estrés y la pena como protagonista de una cruel y perversa forma de vida pergeñada o permitida por los líderes. ¿Tienen los argentinos razones para ser felices? Como individuos seguramente sí y deberán apelar a la agudeza necesaria para encontrar las mil y una razones para agradecer a la vida por tantos dones dispensados. Como sociedad, esa dicha no debe ser fútil, ilusa, absurda o disfrazada y menos aún comprada a un mercachifle que ofrece ilusiones. Y a menos que la sociedad argentina quiera seguir burlando a su inconsciente, en algún momento deberá atreverse a observar y tener una clara visión de la realidad. Es la única forma de comenzar a marchar hacia la paz interior. Se sabe que ningún paciente psicológico se recupera si antes no se enfrenta con la escena que originó el trauma y ningún pueblo se levanta sin la revisión. Desde el punto de vista social hay suficientes motivos para estar como Gamarra: desocupación, sueldos que no alcanzan para vivir, aumento del costo de los servicios, de los productos de la canasta familiar, ola de robos y secuestros, quita de un 28 por ciento en los montos acumulados para jubilación en las Afjp (¡otra vez le roban a los argentinos!) y hasta el remate de un pueblo entero. En fin, la crónica diaria muestra que todo es posible en la Argentina de hoy menos la felicidad social.
Hiere profundamente, es una burla, pone los pelos de punta y contribuye al estrés y a la arritmia cardíaca que el gobierno haya publicado un aviso de una página completa en un diario porteño, y seguramente en otros diarios del país, diciendo de que manera se puede contribuir desde el hogar a generar más trabajo. Los genios conductores de esta sociedad recomiendan, por ejemplo, utilizar lámparas de bajo consumo, o arreglar los burletes de las heladeras o apagar la luces que no se van a utilizar. Pero eso sí, ellos, fieles a una conducta harta conocida como detestable, que ha caracterizado a la pléyade política de los últimos veinte años, no escatiman esfuerzos en andar peleándose públicamente por algo que se da en llamar coparticipación (como ocurre con el tandem Solá-Duhalde y el presidente Néstor Kirchner), aunque en realidad es una feroz y descarnada lucha por la posesión política de la provincia de Buenos Aires y el país. Esta disputa deleznable, mientras todo un pueblo se encuentra agobiado y humillado, no es protagonizada sólo por estos señores, se extiende a otras figuras y sectores y alcanza a sectores ideológicos como la izquierda, el centro y la derecha. Todos están involucrados, armados de un fuerte egoísmo, en una lucha de carácter económico, político-partidario o ideológico, y, desde luego, pocos piensan en el hombre y la mujer argentinos, en los jóvenes, en los niños y en la gente de la tercera edad que, luego de toda una vida de trabajo, son acometidos, sometidos y se los condena a la espera a veces despiadada de la muerte. Hombres y mujeres de la tercera edad que partirán no sólo con la pena de haber sidos humillados, sino con la congoja de saber que sus hijos y nietos también lo serán.
Estos líderes, no conformes con haber gerenciado en el país de acuerdo con los dictámenes de los agentes exóticos, se han ocupado de institucionalizar la pobreza plastificando los pagos de los perdidos indigentes o concediendo bancas en las legislaturas a los serviles dirigentes de los protestantes callejeros. Este es, para cualquier observador que desee ser equitativo en su apreciación, el paroxismo argentino consistente en la degradación ética y moral y la llamada crisis de los valores. Lo cierto es que los valores, como el propio sosiego del hombre argentino, está hoy en terapia intensiva. Y allá aquellos que, hipnotizados por mercaderes de baratijas políticas, como aquellos que creen encontrar la felicidad luego de haber leído un frívolo y farolero libro de autoayuda (con el respeto de los autores serios) suponen que al fin ha llegado el ideal.
-No pocos de los que sustentan el arribo del comienzo de la felicidad argentina son sólo advenedizos que ponen en práctica lo que aconsejaba León Daudet: "¿Quieres un buen consejo para tu éxito en la vida de relación? Ayuda a los otros a sostener la careta". La aceptación y puesta en práctica de este consejo puede ser buena para los logros de la hipocresía y sus agentes, pero no para la incauta masa argentina que cree que la careta es el verdadero rostro de la paz y de la dicha social. ¿Pero qué hacer ante un panorama desalentador en donde el interés del pueblo está olvidado y, por ejemplo, la senadora por Santa Cruz y a la sazón primera dama, por arte de magia pretende ser gobernadora de la provincia de Buenos Aires? A propósito: ¿no huele esto a batalla política y hacerse del botín? ¿Hace sospechar esta actitud y deseo de la presencia de propósitos sublimes tendientes a la felicidad del pueblo? Parecería que no ¿¡Qué hacer, pues!? Lo primero, no creer en aquello que sostenía Skinner: "No se puede progresar hacia la felicidad por medio de la acción política". El único modo que tiene el pueblo de progresar hacia la felicidad es, precisamente, por medio de la acción política, cuando ésta, naturalmente, no está degenerada. La segunda acción a realizar debe ser la profunda reflexión despojada ésta de toda compulsión ideológica, aceptando que sólo la concurrencia de las almas nobles, desinteresadas, libres de egoísmo y las mentes talentosas podrán dirigir una empresa ardua como es la recuperación social. De lo contrario, más tarde o más temprano aquellos argentinos que puedan deberán tomar como Gamarra, previa visita al médico, Alprazolán 0,5 mg. dos veces al día. enviar nota por e-mail | | |