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 sábado, 29 de mayo de 2004

Editorial
Otras drogas, el mismo drama

La muerte de un chico de sólo catorce años como aparente consecuencia de la inhalación de un spray, que es de venta libre y se utiliza como antiinflamatorio, volvió a poner en escena la dramática incidencia del consumo de drogas en la vida cotidiana de los rosarinos. La preocupación que se instaló en mucha gente tiene que ver con la abrupta revelación del empleo de sustancias aparentemente inofensivas y con destino medicinal para drogarse: al caso del anestésico que se habría aspirado en este caso hay que agregarle el de la ketamina -habitualmente prescripta por los veterinarios-, que se consume como un sustituto de las pastillas de éxtasis.

El cambio descripto esconde un drama idéntico: adolescentes -muchas veces, casi niños- que experimentan con sustancias más baratas que las conocidas y que poseen un elevado nivel de toxicidad. Las razones que los impulsan a hacerlo son múltiples y difieren entre un caso y otro, pero el espectro abarcado no suele excluir el deseo de escapar de una realidad que se percibe como asfixiante y un nivel socioeconómico que va de medio bajo a bajo.

La polémica suscitada estos días en torno a un escrito distribuido por la Asociación para la Reducción de Daños de la Argentina (Arda), en el cual se cuenta cuáles son las drogas que circulan en la calle, se explican sus efectos y se aclaran sus peligros, pero al mismo tiempo se brindan consejos e instrucciones para consumirlas con menor riesgo, da cuenta con precisión de la magnitud del problema y también de las profundas discrepancias que existen sobre cómo manejarlo.

Es que no se puede dudar de las buenas intenciones de quienes distribuyen el folleto, pero a la vez no resulta sencillo refutar la interpretación de aquellos que aseguran que el remedio resulta peor que la enfermedad, ya que la lectura podría impulsar al consumo.

Por otra parte, enfrentar el drama se torna complejo en un marco social signado por la exclusión, el desempleo y la deserción del sistema educativo. Al respecto, un informe publicado ayer sacó a la luz pública que un veinte por ciento de los jóvenes bonaerenses no estudia ni trabaja. Entre ese porcentaje y un caldo de cultivo ideal para la drogadicción no existe distancia alguna.

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