| domingo, 23 de mayo de 2004 | [Perspectivas] Una posible dramaturgia acerca del peronismo El cadáver de la Nación Los autores de la obra teatral "santa EUlalia - La sombra del general" abordan la imaginaria relación entre Eva Perón, ya muerta, y el ex presidente argentino Patricia Suárez y Leonel Giacometto "Santa Eulalia" es el desprendimiento de un texto dramático más extenso, "La herida íntima", cuyos protagonistas son la actriz Ava Gardner y el General Juan Perón. Según fuentes bibliográficas, ambos vivieron en Madrid, España, en la calle Dr. Arce, a principios de la década del 60 del siglo pasado. Eran vecinos de balcón. En su autobiografía, traducida y prologada por Lucía Graves, Ava Gardner da su particular visión del general: "Alquilé un departamento precioso en el número 11 de la avenida Dr. Arce en Madrid. Nunca he estado completamente segura de quién demonios era ese Dr. Arce, pero una cosa sí descubrí de inmediato: mi vecino de al lado era ni más ni menos que Juan Perón, el ex dictador de Argentina. Ahora bien, aparte de que no me caía muy bien la señora con la que estaba viviendo, Perón tenía un rasgo muy perturbador. De vez en cuando salía a su balcón, que era contiguo al mío, y hacía largos, ruidosos y gesticulantes discursos dirigidos a la calle vacía. Nadie le hacía caso; supongo que ni siquiera le oían con el ruido del tráfico" ("Ava Gardner por Ava Gardner", editorial Grijalbo, España, 1990).
Más o menos por ese tiempo, quizás varios años después (apelando a cierta licencia poética), el cadáver de Eva Perón -o en todo caso, uno de los cadáveres de Eva Perón- era restituido al general después de un macabro "trueque". Trasladado de un cementerio en Italia donde estaba bajo el nombre de María de Magistris, el cadáver permaneció oculto en el altillo de Puerta de Hierro. Mientras escribíamos "La herida íntima", se nos ocurrió algo que, en principio, nos pareció, al menos, osado: hacer hablar a Eva difunta y arrumbada en ese altillo; casi abandonada. Estos primeros textos, en los que Eva se muestra sumamente enojada, son apenas dos inserts en la obra. Sin embargo, el personaje -y la veta necrofílica de la historia argentina- nos pudo, y compusimos una obra corta: "Santa Eulalia".
Hijos de una generación en la que el peronismo nos llegó por la televisión, los libros de historia argentina y alguna que otra anécdota familiar o ajena (veraz o inventada, para el caso da lo mismo), más la vivencia de esa suma de contradicciones que fue (y es) el peronismo devenido en menemismo (y duhaldismo, cafierismo, kircherismo, y siguen los ismos), la figura del General Perón y Eva Duarte se nos representaba, justamente, como una "representación", como una puesta en escena de dos personas que se transformaron en mito y dejaron de tener una vida "real y concreta", para ser dos personajes prácticamente inabarcables. Sobre todo Eva que, hoy por hoy, es una especie de "mito circular"; es decir, un mito que se retroalimenta a sí mismo constantemente para dar otro mito y así, se podría decir que Eva Perón, más allá de los datos biográficos "clásicos", no tuvo una sola vida sino tantas como vivencias, testigos, pasiones y odios la circundaron. ¿Por qué no apelar a una ficción más grande entonces, a una ficción que resuma los anhelos, deseos, miedos y mitos que siguieron a la muerte de Eva?
cuestionamiento funebre "Santa Eulalia" surgió bajo la premisa de un supuesto: que el cadáver, después del maltrato sufrido y de su penoso recorrido, "se levantase" en ese altillo en Madrid y comenzase a cuestionarse todo: desde la decisión de su marido por embalsamarla y transformarla en una momia, hasta la suerte de su bienes y objetos personales, siempre atravesada por una pregunta fundamental: ¿Quién o qué es ella allí, en ese momento, en ese altillo, en ese país casi desconocido que alguna vez la había recibido como a una reina? ¿Quién o qué queda de la Eva alguna vez forjada por ella misma y por su entorno -su marido- cuando su cuerpo se encuentra maltrecho y momificado? ¿Cuál es la Eva eterna en un cuerpo vacío y endurecido para siempre?
En el proceso dramatúrgico, y una vez aceptado el código de "hacer hablar a un muerto", se nos dio en pensar en una Eva que, sobre todo, y aunque parezca una nimiedad, fuera una mujer; un ser humano con necesidades (tanto afectivas como materiales). Así surgieron los reclamos de parte suya. Reclamos por sus cosas (vestidos, tapados, joyas), reclamos por su pueblo, y reclamos a su marido por el hecho de haberse vuelto a casar. Eva tiene frío en ese altillo, no sabe qué es (si una muerta, si un fantasma, si un sueño de Perón) y se muestra extrañada ante las decisiones de su marido, recuerda distintas etapas de su vida, ve su cuerpo maltrecho y golpeado, y se pregunta, finalmente, si "todo esto valió la pena".
El título forma parte del devenir de acontecimientos que hacen a la obra y obedece a la siguiente razón: la primera en ver el cadáver de Eva Perón en la calle Arce es, en nuestra obra, una criada catalana, devota de Santa Eulalia, santa patrona de Cataluña. La historia de esta santa, como la de casi todos los que componen el santoral católico durante la cristianización de Europa, concluye con martirio y muerte. Es famoso el poema de Federico García Lorca a santa Olaya (la misma Eulalia con otra grafía), a los pechos rebanados de la santa.
La veta necrofilica Terminamos de escribir "Santa Eulalia", es decir, nos reunimos por última vez para "retocarla", en una fecha que, de alguna manera, y siguiendo al veta necrofílica argentina, usamos de cábala y amuleto (teniendo en cuenta la leyenda urbana de quien osara "tocar el cadáver"): el 26 de julio de 2002, cuando se cumplían cincuenta años de su fallecimiento. A partir de allí, comenzamos a presentarla a distintos concursos. Finalmente, en noviembre de 2002 fue seleccionada y estrenada para un Encuentro Nacional de Teatro Montado/Semimontado organizado por el Club de Autores, en la Sala Orestes Caviglia del Teatro Nacional Cervantes de la Ciudad de Buenos Aires, con dirección de Raúl Saggini y la actuación de Evangelina Ambroggi, para luego, en marzo de 2003, realizar algunas funciones en el bar La Muestra de nuestra ciudad. Fue una versión acotada (30 minutos) que reflejó cierta visión romántica del director para con el personaje ya que mostraba una Eva muerta, algo victimizada, y corporalmente intacta.
A partir de ese momento, el grupo Fe de Ratas, de quien conocíamos su estética y lenguaje ya que habíamos visto La Fiesta y La medida de mi deseo, se interesó en la obra y nos propuso su intención de puesta. Así nació esta nueva versión de "Santa Eulalia", estrenada el 3 de abril de 2004, con la dirección de Ignacio Mansilla y una Eva muerta en la carne de Berta Krasniansky.
Una de las principales lecturas (o relecturas) que hizo el grupo, más allá de las decisiones del director de modificar el final y retrabajar el texto con uno de los autores en la asistencia de dirección, fue la de apostar por un trabajo corporal basado, casi exclusivamente, en el hecho puntual de que la Eva que habla está muerta y, por tal, su cuerpo está maltrecho y en permanente conflicto con su "realidad". Una apuesta que nos pareció osada y que, con el transcurrir de las funciones, nos dio la particular referencia que "Santa Eulalia" es una obra que, bajo la lectura de Fe de Ratas, convierte al cadáver de Eva en, parafraseando a Néstor Perlongher, el "cadáver de la Nación".
Una Eva muerta, momificada para siempre y golpeada que hace las veces de metáfora nacional. Una Eva muerta que habla, pero íntimamente, de entrecasa, que hurga en un cuerpo odia y maltrecho, un cuerpo violado por el tiempo y los hombres. Una Eva muerta que habla transformada en ficción, en mentiras verdaderas. Una Eva muerta que habla rodeada de rusticidad, de embalajes, de cajones que vagaron, que viajaron, que viajan como símbolos nacionales de un país en constante movimiento; un país con tierra pero sin tierra al mismo tiempo; un país que se busca pero que no (se) encuentra. enviar nota por e-mail | | Fotos | | El cuerpo de Eva estuvo oculto en el altillo de Puerta de Hierro. | | |