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 domingo, 09 de mayo de 2004

Artesanas
Pasión por los sombreros

Paulina Schmidt

Entusiasmada, serena y con una memoria impecable, Mercedes Bravo de Cannata, de 76 años, relata su historia y su pasión por los sombreros. Reconoce que es seria y trabajadora, y que la propuesta de la Escuela de Diseño de Roberto Piazza que la contrató para enseñar la confección de sombreros la hizo sentir joven otra vez. "Tener la posibilidad de enseñar a otros es algo que nunca imaginé", comenta entusiasmada.

Rodeada de telas, hormas y mujeres que querían estar a la moda, Mercedes le dedicó casi toda su vida a los sombreros. Hoy, no son un accesorio usual en la indumentaria femenina, pero ella aspira a que "vuelvan las cosas de antes", dice.

Desde abril pasado Mercedes vuelca toda su experiencia sobre el tema en un curso que se dicta en el Instituto Superior de Diseño de Moda y Belleza Integral Roberto Piazza.


Un camino sin obstáculos
En tiempos de galeras, boinas y casco holandés donde el sombrero, la cartera y los guantes eran señal de buen gusto, la adolescente de 14 años solía acompañar a su hermana a Modas Ferrari. La reconocida tienda estaba ubicada sobre la avenida Alberdi, en la zona norte de la ciudad, lugar en el que hoy funciona una pinturería y sólo los más memoriosos recordarán. La dueña del local percibió enseguida el interés de la adolescente por la ropa y le propuso aprender el oficio y trabajar en el taller. Pero la joven, que en ese momento estudiaba costura, prefirió terminar primero la escuela y recién dos años más tarde incorporarse a la actividad.

"Me gustaba atender las cosas de la moda, estar con la gente y probar sombreros", recuerda. Aprendió a confeccionar los propios y trabajó en la tienda hasta que prescindieron de ella. Con el dinero de una indemnización se abrió camino por su cuenta. No tuvo dudas que esta actividad la iba a acompañar toda la vida.

Siempre con el apoyo incondicional de sus padres, comenzó a trabajar en el comedor de la vivienda familiar. Al principio no tenía muebles y dos bandejas hacían de espejos para sus clientas.

En los años cincuenta, la industria de la confección atravesaba su mejor momento y muchas mujeres aprendieron el oficio. Por entonces Mercedes creció económicamente porque las modistas le llevaban trabajos a su taller. Con su hermana decidieron que era el momento de crecer e instalaron un negocio en calle Gorriti 1650. Su oficio, paciencia y dedicación la hicieron conocida en el barrio.

Cuando aprendió a realizar ramos y tocados para novias hizo nuevas clientas, que hasta hoy la saludan por la calle. En realidad, su clientela abarcó tres generaciones: abuelas, madres y también nietas que requerían sus servicios para el traje de la primera comunión.

Siempre fue muy observadora y supo adaptar dibujos y bordados a su trabajo. "Era otra forma de vestir, tal vez porque había más posibilidades." Recuerda que hasta en los velatorios, las mujeres acostumbraban a usar vinchas con crespones, que cuanto más tela tenían mayor era la afinidad con el difunto. También, cuando alguien se casaba, la familia entera se revolucionaba y todas las mujeres llevaban algo en la cabeza. "Un casamiento demandaba mucho trabajo de distintos artesanos", confiesa.

Mercedes trabajó para reconocidas tiendas de la ciudad pero también supo adaptarse a los cambios. Cuando la confección ya no tuvo el auge de décadas anteriores, incorporó la venta de ropa. "Al cerrar la importación, dejaron de entrar telas y materiales lindos para hacer sombreros, como por ejemplo, las crines de Francia, las pajas de Suiza y las puntillas, y variaron los precios", reflexiona con tristeza.

Mercedes se fue perfeccionando y logró ser talentosa en la confección y diseño de sombreros, siempre con el apoyo incondicional de sus seres queridos. Primero sus padres que la dejaron crecer y superarse, y después su marido y sus hijos. Su esposo Juan tiene 75 años, y en épocas de pleno trabajo entregaba sombreros al regreso de su trabajo.

Hoy la vida la pone frente a un nuevo y excitante desafío: transmitir con paciencia y sabiduría aquello que aprendió de jovencita y hoy la hace muy feliz.



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