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 domingo, 09 de mayo de 2004

Para beber
Origen del whisky

Gabriela Gasparini

Entre los siglos VI y IX Europa vivía tiempos difíciles y la práctica del cristianismo se había vuelto problemática. Irlanda, alejada del resto del continente, parecía el lugar adecuado para conservar las creencias religiosas y con ese fin llegaban fieles de distintas procedencias. Entre ellos arribó un grupo de monjes provenientes de Oriente Medio portando un aparato conocido como alambique que usaban para destilar perfumes (claro que en la isla no tardaron en darse cuenta de que el objeto servía para otros usos) por eso los irlandeses aseguran orgullosos que el arte de la destilación del whiskey nació en su país.

El primer paso fue destilar una mezcla de agua y cebada que produjo una bebida alcohólica a la que se llamó Uisce Beatha (pronunciado ish-kee-ba-ha) o "agua de la vida", nombre dado porque a falta de medicinas se trataba a los enfermos con una medida de ese preparado. En poco tiempo su popularidad creció hasta alcanzar todos los rincones del país.

En el siglo XII cuando Enrique II invadió Irlanda, los soldados quedaron impresionados al ver cómo el espíritu bélico de sus enemigos iba in crescendo luego de que calentaban la garganta con la desconocida pócima. Fue durante esas batallas que una rápida traducción del nombre primero convirtió uisce beatha en fuisce y finalmente en whiskey. El incremento de su consumo hizo que para finales del siglo VIII el país contara con dos mil destilerías.

En ese momento el mercado mundial del whiskey comprendía la totalidad del Imperio Británico y EEUU. Desafortunadamente la industria se fue a pique víctima de dos eventos históricos que afectaron su producción y exportación: la Guerra de Independencia irlandesa que deterioró las relaciones comerciales con el Imperio y la ley seca que prohibía la importación de bebidas alcohólicas. No habiendo demanda, sus destilerías más pequeñas debieron cerrar.

Fue entonces que surgió con fuerza el whisky escocés(nótese que no lleva e) . Cuando en 1933 la prohibición fue abolida, Irlanda no tenía whiskey para vender ya que el proceso de elaboración tiene que empezar con siete años de antelación. Así los escoceses se adueñaron del mercado mundial. Para hacer whiskey se necesitan dos ingredientes fundamentales: agua pura y cebada.

La malta es cebada que ha sido remojada en agua durante algunos días y después secada. Las féculas de la cebada, absolutamente desconcertadas por el agua, piensan que es primavera y empiezan a crecer y cuando están a punto se las seca. En grandes cubas de maceración se mezclan (removiendo constantemente) la cebada malteada y triturada con agua caliente. Durante este proceso se disuelven las partículas sacarosas de los otros componentes de la malta. Cuando se separa el líquido sacaroso de las partículas sólidas se obtiene el mosto, que se introduce en las tinas de fermentación.

La levadura es la encargada de transformar el azúcar en alcohol y anhídrido carbónico. A continuación se realiza la destilación. Antes de embotellarlo se reduce el contenido de alcohol al 43% añadiéndole agua. La primera gran diferencia entre en un whiskey irlandés y un scotch surge aquí: la cebada malteada en Escocia es secada sobre fuego de turba que es lo que le da ese "ahumado" particular que está presente en todas las marcas de whisky.

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