Año CXXXVII Nº 48375
La Ciudad
Política
Información Gral
La Región
Opinión
El Mundo
Policiales
Cartas de lectores


suplementos
Ovación
Escenario
Economía
Señales
Turismo
Mujer


suplementos
ediciones anteriores
Educación 30/04
Campo 30/04
Salud 28/04
Autos 28/04


contacto

servicios

Institucional

 domingo, 02 de mayo de 2004

Interiores: La proyección de la realidad

Jorge Besso

Es posible que estemos demasiados acostumbrados a considerar que la realidad es una cuestión de percepción, de forma que basta con abrir los ojos y abrir los sentidos en general para encontrarnos con la tan mentada realidad en ese trayecto diario que comienza en la cama y termina en la cama. Y, sin embargo, pocas cosas convocan tantos desacuerdos como la cuestión de la realidad, lo que viene ilustrado por múltiples refranes que muy bien pueden ir desde aquel que dice: "ojos que no ven, corazón que no siente" o aquel otro que sentencia: "las cosas son según el cristal con que se las mire".

Las dos proclaman verdades diferentes, pero por lo que parece, verdades al fin de cuentas. Sin embargo, no se puede dejar de apreciar que son verdades al servicio de la mentira o del engaño, ya que no es que el corazón no vea en general, sino que el corazón no ve lo que sí estuviera viendo le haría mal. Es un refrán muy aplicado a las infidelidades, que como se sabe, si no se ven no se sienten.

El segundo refrán no apunta tanto a la negación como a la distorsión, es decir a la posible distorsión que implica un cristal que hace que alguien vea que todo está mal, o que todo está bien cuando en realidad no es así, o al menos no es tan así. O aquel otro que nos recuerda que "no hay peor ciego que el que no quiere ver". Lo que viene a ser una nueva referencia a la capacidad humana para la negación. Llevada en este caso a uno de sus extremos, el de la ceguera, no por perturbaciones de la fisiología de la visión, o acaso por la presencia de una intensa neblina que no permita ver mucho más allá de las narices, sino por una especie de neblina subjetiva y específica que hace que alguien no vea lo que los otros le señalan.

Llegado a este punto hay un refrán que interesa examinar ya que implica una dificultad diferente, que no es del tipo de la negación, ni del tipo de la distorsión. Frente a una copa que tiene, por ejemplo, un líquido hasta la mitad, se organizan dos bandos diferentes: están los que dicen que la copa está medio llena y están los que dicen que la copa está medio vacía.

Ambas afirmaciones son verdaderas lo que viene a traernos una gran complicación en tanto y en cuanto habría que poder conciliar el hecho nada fácil de lograr: de que sobre la misma cuestión se digan dos cosas distintas y que al mismo tiempo digan la verdad. Es tan cierto que está medio llena como que está medio vacía. Clásico ejemplo de cómo se ve una misma cosa según el sujeto que la ve.

Pero habría que decir algo más (ya que no se trata de la misma cosa) en tanto de acuerdo a las diferentes visiones, en realidad hay dos cosas distintas: una copa medio llena y otra copa medio vacía, ya que de muy poco nos sirve que en lo que se llama la realidad haya una sola copa si las actitudes de los dos sujetos, que la ven diferente, tendrán actitudes también diferentes.

El que la ve medio llena estará tranquilo, el que la ve medio vacía estará inquieto. En el hecho en cuestión hay una sola copa, en los sujetos hay dos. Lo mínimo que se podría decir es que hay en juego tres realidades: la realidad de la copa sola, más la realidad del que la ve medio llena, más la realidad del que la ve medio vacía. Todo lo cual nos muestra que si bien todo el mundo se jacta de ver y de apreciar la realidad, nada resulta más difícil y nada resulta más problemático, tanto a nivel general como individual, como ponerse de acuerdo o acaso simplemente saber si estamos hablando de la misma realidad.

Todo lo cual debiera llevar a pensar que toda realidad es siempre parcial y por lo tanto siempre hay espacio para otra realidad, la que a su vez será una realidad tan parcial como la anterior. En suma siempre habrá espacio para el otro y para lo otro. Salvo en las dictaduras. Las dictaduras consisten precisamente en esa pretensión (en el fondo siempre imposible) de establecer una realidad para todos sin que haya espacio para las contradicciones, las incoherencias, las oposiciones y las incertidumbres.

Con todas las diferencias que existen y con todas las diferencias que vayan a existir en silencio o a los gritos, cada uno de nosotros es un dictador que pretende establecer y decir cuál es la realidad. La biología nos enseña que en el organismo humano todo lo que no se usa se atrofia o tiende hacia la atrofia. Algo de eso pasa, o puede pasar con el ejercicio y con la capacidad de escuchar. El humano es un tipo de una gran desproporción entre el decir y el escuchar, al punto que habría que pensar que hay una especie de adicción con relación a decir y una suerte de inhibición con respecto a escuchar.

Cuanto más grande es esta desproporción más se conforma un abismo entre la pasión por decir y el rechazo a escuchar, y en tal caso el humano en cuestión deviene un monstruo. En el sentido de un monstruo propalador, es decir siempre emisor, nunca receptor, ya que si receptamos lo que estamos receptando es muchas veces otra realidad. Esta gran desproporción que se produce por la adicción a la propalación y la inhibición a la recepción, hace que en las sociedades actuales los mensajes se vayan amontonando en todos los rincones y en todos los lugares ya que no hay nadie que los escuche.

Cada tanto, además de plantar un árbol, habría que salir a buscar alguno de los tantos mensajes perdidos. Y después volver para rastrear los que están perdidos en uno mismo.

enviar nota por e-mail

contacto
buscador

  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados