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 domingo, 02 de mayo de 2004

Artes marciales: Caminos hacia el equilibrio

Por lo general las artes marciales hacen pensar en acciones de destrucción y violencia. Pocas personas saben que con el ejercicio idóneo es posible disminuir afecciones de diversa índole (muchas desconocen también el contenido filosófico que anida en ellas). Su propósito principal es generar una conciencia de unidad entre mente, cuerpo y alma.

Desde la historia particular de las artes marciales, muchas responden a un cierto parentesco, como si fueran "primas hermanas": algunas podrían ser calificadas "duras o externas" y otras "blandas o internas". En las primeras se necesita de un entrenamiento arduo en el que se exponen técnicas de agresión y defensa, pero también se alecciona en técnicas para eludir ataques, se perfeccionan golpes como puñetazos, patadas y diferentes maneras de atacar. Se llaman artes duras porque enfrentan fuerza con fuerza.

Las otras artes "blandas, suaves o defensivas" basan su trabajo en descubrir el decir de ese otro cuerpo que ataca, cómo esquivar adecuadamente, cómo encontrar un lugar poco vulnerable, cómo proyectar a un oponente puliendo con una labor repetitiva, palancas y torsiones, rechazos y empujes de un atacante que podrá ser arrojado, controlado o inmovilizado y con poco uso de fuerza. Estas son artes defensivas en vez de ofensivas.

Según el instructor Rolando Martín, lo más importante de la práctica se encuentra en examinar la actitud mental con que se encara el desafío de sobrevivir en forma y con salud, en un mundo plagado de incertidumbres. También en la teoría existen muchas coincidencias, algunos maestros hacen hincapié en la reacción física intuitiva (sin intervención del pensamiento) ante cualquier amenaza, mientras que otros buscan siempre el predominio de la mente sobre el cuerpo, dando lugar a que se interprete a las artes defensivas como productoras de escuelas más profundas de pensamiento y de acción en relación con ideas interesantes sobre el cosmos y la naturaleza.

Cada una de las artes marciales posee profundidad y riqueza propias, y cada una puede hacernos cambiar de forma imprevista. La mejor manera de descubrir cuál nos conviene es empezando a practicar aquella que se acomode más al carácter, la personalidad y a lo que el practicante busca. Lo ideal para practicarlas son aquellas horas del día en las que uno se encuentra más despierto. Pero están los que prefieren moverse después de un día de trabajo y lo hacen al anochecer.

Es conveniente hacer un poco de meditación antes de comenzar con el fin de calmarse y de estar más receptivo. Para la enseñanaza se deberá buscar primero un buen instructor: alguien que guíe correctamente y que entienda la filosofía que subyace en las artes marciales. Es necesario no fiarse de los que ofrecen un rápido procedimiento para llegar a la iluminación, conocimiento de técnicas secretas o solución a todas las enfermedades.

El verdadero maestro se distingue por su humildad y modestia. Las artes marciales son caminos hacia el equilibrio. A través de ellas se debería intentar rectificar todo lo que se realiza en la vida, buscando la armonía espiritual. En nuestro medio son muy pocos los que saben que con la ejercitación idónea es posible remediar y aliviar muchos problemas físicos.

Norberto Vergara

Licenciado en kinesiología y fisiatría

Director Centro Yoseki

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