| domingo, 02 de mayo de 2004 | Los estrenos bajo la lupa de Escenario . "Kill Bill Vol. 2": Un cierre a toda máquina Calificación: 5 estrellas. Intérpretes: Uma Thurman, David Carradine y Daryl Hannah. Dirección: Quentin Tarantino. Género: acción. Duración: 136 minutos. Salas: Monumental y Village.
La segunda parte de "Kill Bill" introduce en un universo nuevo y a la vez conocido. Ese es una de sus mayores atractivos. En vez de una continua batalla, como en la primera parte, el segundo episodio se da lugar para la charla, con peleas en el medio, y esboza algo diferente en el cine de Tarantino: es como si por primera vez el director advirtiese el verdadero poder de la muerte. Sus películas están sembradas de muertos: en cadena, sin sentido, por venganza, por ironía... En "Kill Bill", a través del personaje de Uma Thurman, el realizador da un salto y se torna más reflexivo. A la vez, la película funciona como una caja de resonancias de gran cantidad de filme e incluso hasta de la pintura, cuando Uma Thurman se sube a un auto que parece salido de un cuadro de Tamara Lempicka. El filme tiene ritmo, sorpresas y fidelidad a la primera parte, además de toques de humor. Quizá su única falla sean algunos momentos de David Carradine, que está muy lejos de la mítica "Kung Fu".
"La ventana secreta": Los fantasmas del escritor Calificación: 3 estrellas. Intérpretes: Johnny Depp, John Turturro y Maria Bello. Dirección: David Koepp. Género: suspenso. Duración: 96 minutos. Salas: Monumental y Village.
Stephen King es un viejo conocido de Hollywood. Varias de sus novelas fueron llevadas a la pantalla grande con suerte dispar. Una de las que fue bendecida con una versión cinematográfica que hace honor al original fue "Carrie" y el guionista de la película fue precisamente David Koepp, el director de "La ventana secreta", quien una vez más se sale con la suya. La historia del escritor que se enfrenta a sus fantasmas, acaso un temor que persigue tanto al autor de "Cementerio de animales" como a cada uno de los hombres y mujeres dan rienda a su fantasía su frente a un procesador de texto, no es nueva, pero sí, en este caso, efectiva, y es así gracias tanto al talento del director para manejar las reglas del cine de suspenso como a la actuación de Johnny Depp, quien vuelve a demostrar su flexibilidad para componer personajes, ya sean piratas delirantes, amantes melancólicos o detectives bizarros, con sensibilidad y precisión. Pese al desenlace, "La ventana secreta" consigue su cometido: estremece.
"Roma": Hablando se llega a Roma Calificación: 3 estrellas. Intérpretes: Juan Diego Botto, Susú Pecoraro y José Sacristán. Dirección: Adolfo Aristarain. Género: drama. Duración: 152 minutos. Salas: Siglo, Monumental y Village.
Un escritor argentino radicado en España (José Sacristán), decidido a coronar con una suerte de biografía su carrera literaria, es el motor de una historia que viaja hasta su infancia porteña y que subraya el rol materno (magníficamente abordado por Susú Pecoraro) para sobreponerse a la viudez y colmar de libertad y cuidados a su único heredero. Una cuidada ambientación de época, en la que casi no se detectan deslices de puesta, acompaña el crecimiento del muchacho para repasar perfiles de un mundo en cambio y movimiento sobre la bohemia cultural de Buenos Aires. En ese paneo, algo moroso e invadido de palabras tendientes a explicarlo todo, irrumpen algunas criaturas de lograda eficacia. Al recorrer los 60 y el albor de los 70, la historia se estira y redunda en postales llenas de frases y situaciones transitadas, hasta desembocar en el presente de quien abandona la vida social tras realizar un balance desgraciado de su existencia, en el que sólo la figura de "Roma" gana una significación válida.
"Pyme (sitiados)": Perdido en las intenciones Calificación: 2 estrellas. Intérpretes: Gabriel Molinelli, Duilio Orzo y Bernardo Forteza. Dirección: Alejandro Malowicki. Género: drama. Duración: 97 minutos. Sala: Village.
La película de Alejandro Malowicki no parece una película. Su historia toca puntos sensibles de la Argentina de los últimos tiempos. El primero, el drama de las pequeñas y medianas empresas (la sigla del título); el segundo, las vivencias de los trabajadores, rehenes del devenir angustioso de las pymes en las últimas décadas. El escenario es una fábrica familiar sitiada por las sucesivas crisis de la economía argentina, por la loca presión tributaria y por el pesimismo de un empresario, de buenas intenciones pero con una visión del pasado como un tiempo un poco mejor que el agotador presente y sin salida al futuro. Aunque el tema toca la sensibilidad de cualquier argentino, a "Pyme" le falta para llegar a ser una película convincente. La ficción que se pretende no alcanza a convertirse en tal porque la intención de ser dramático desborda la película, y en vez de un filme sólo queda el gesto. Es como una teatralización donde, lamentablemente, se pierde el interés.
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