| domingo, 25 de abril de 2004 | El encargado, los estudiantes, pibes ruidosos y otros personajes Quizás no sea tan colorida como la de los inquilinatos de principios de siglo, pero puertas adentro de las pensiones también existe toda una galería de personajes y se desarrollan las escenas más insólitas. Y aunque la mayoría de los inquilinos no pase más de cuatro o cinco años en el mismo lugar -porque no pueden seguir pagándolo o porque se mudan a otro sitio-, los roles parecen más o menos estables: siempre llegará otro pensionista para ocuparlos.
El primer problema que se presenta en los hospedajes son los chicos. Si bien generalmente hay más de uno en cada casa, los dueños de las pensiones luchan por mantener a raya la población infantil. "Es que a los nenes es difícil tenerlos en las piezas y terminan corriendo por todos lados", aseguran en varias pensiones. De todas formas, muchas veces resultan "inevitables" y hay muchos pibes que incluso nacieron allí.
El encargado de un hospedaje de San Martín al 300 explica la fórmula que le permite evitar problemas: "A los chicos los dejo entrar según cómo sea la madre -dice-. Porque hay algunas que hasta se van y los dejan solos todo el día".
Los estudiantes del interior son otra figurita repetida en las pensiones. Es más, algunas son exclusivas para ellos. Sin embargo, su convivencia con otro tipo de inquilinos a veces resulta difícil. Al menos, esto es lo que opina Miguel, que vive en un hospedaje de Corrientes al 200. "Los pibes jóvenes están de joda todo el día. Por ahí fuman porros, son complicados".
Los prejuicios también se disparan sobre los pensionistas extranjeros, en su mayoría peruanos. "Son gente buena, laburante, pero están todo el día con la música meta que va. Todo el día con el chingui, chingui", se queja Natalia, que vive en Mendoza al 1000.
Y también están los que guardan para sus compañeros de casa todo un halo de misterio. Mujeres o varones que aparecen pocas veces a la semana y "nadie sabe qué hacen", aunque se pueden tejer las más variadas conjeturas.
Pero, sin lugar a dudas, la figura que carga con todas las antipatías es la del encargado, que puede ser el mismo titular del inquilinato o la persona elegida entre los pensionados más antiguos y de mejor comportamiento.
"Acá está bueno porque nos autorregulamos para no molestar al resto. Mientras no se haga ruido, en cada pieza cada uno hace su mundo", señala Miguel. Lo que incluye también recibir invitados que hasta pueden quedarse a dormir.
La imagen contrasta mucho con la de las pensiones que tienen encargado. "Acá un varón no puede recibir visitas de chicas ni aunque sea su hermana, y con las mujeres pasa lo mismo", sentencia Mario Pensato, dueño de una pensión en San Luis y Juan Manuel de Rosas donde conviven 14 personas.
Es que, según aprendió, "en una pensión todo depende del encargado" porque en un gran porcentaje "los inquilinos son gente de pocos recursos y poca educación y disciplina. Entonces, quien está a cargo del lugar debe mantener el orden", apunta.
En algunos inquilinatos el reglamento de convivencia está colgado en la pared y las normas van desde cuestiones de sentido común (no usar agua en exceso y apagar las luces) hasta observaciones de lo más estrictas, como prohibir el ingreso de visitas después de las 10 de la noche.
Aun así, los problemas están a la orden del día: siempre hay alguien que se demora demasiado en el baño o le escapa a la limpieza. También están los amigos de la comida o ropas ajenas, los que no se preocupan por sacar la basura y directamente la arrojan por la ventana, los que rompen todo cuanto tocan, o los que escuchan música o tele con volumen muy alto. Pero esto ya sería todo otro anecdotario. enviar nota por e-mail | | Fotos | | El ambiente es crucial, y eso lo saben tanto encargados como inquilinos. | | |