| sábado, 24 de abril de 2004 | ¿Exceso jurídico? ¿No sería exceso jurídico, condenar de por vida a Tulio Adorna? Quisiera recordar a los que "penalizan", que en cuestiones humanas, la singularidad del ser en desarrollo y su contexto de pertenencia formador (del que participamos todos), impide la generalización o aplicación de un código que no tenga en cuenta al menos los informes "biológicos". Gracias a la actual tecnología (por ejemplo, la resonancia magnética) es posible visualizar el estado del cerebro o comando comportamental, que siempre es reaccional al medio. En el caso de comprobarse alteraciones morfológicas que den cuenta de una conducta patológica, obliga al menos a transdisciplinar el análisis del acto cometido, siempre particular, por ser un humano en crecimiento. Si hay afectación anatómica del cerebro y/o asimetrías (derechas o izquierdas), al margen de las etiologías que la producen, obviamente incidirá en una conducta anormal o patológica, que más que castigarse, necesita abordarse terapéuticamente. Al margen de los laberintos de la realidad de cualquier adolescente o ser que crece, es obligación ética de la sociedad (proximal y distal), reconocer que actuó con negligencia, ante los primeros síntomas y debe ser reflexiva para encontrar la salida correcta. En la anamnesis (interrogatorio) múltiple que transitó la familia, vecinos, amigos y compañeros, buscando los ¿porqué? del hecho dramático, siempre se refirieron al notable y agudo cambio de comportamiento que mostró Tulio los meses anteriores al hecho. Esto obliga a sospechar al menos, que existió negligencia o estado de abandono, a quien padecía un trastorno o enfermedad. Si bien pienso que la fiscal plantea el tema desde la protección de la sociedad que la nombró y por supuesto debe evitar las situaciones de riesgo, considero que en este caso particular (siempre debiera serlo) se cometería exceso jurídico, al dar 25 años o cadena perpetua (es lo mismo desde la perspectiva del adolescente), previo al análisis de cómo responde o evoluciona al tratamiento, el "acusado".
Mirta Guelman de Javkin
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