| sábado, 24 de abril de 2004 | No olvidar los ideales de Don Quijote Séneca, filósofo y escritor nacido en España (Córdoba) y, en el Imperio Romano, educador de Nerón, pedía mesura en los favores. Diego Gracián, secretario de Carlos V, aconsejaba la brevedad siguiendo sabias y prudentes normas por respeto a quienes gozan de atenciones de terceros. Como en este caso, de quienes usufructuamos de la página de los lectores, de La Capital. A tal atención me permito brevemente recordar que ayer se cumplió el 388º aniversario del tránsito hacia la inmortalidad de Miguel Cervantes de Saavedra. Del simple soldado prisionero de los turcos y que a bordo de la galera La Marquesa, el 7 de octubre de 1571, en la batalla de Lepanto, herido en el pecho y en la mano izquierda que le quedara inútil para gloria de la derecha, fuera apodado, "El Manco de Lepanto". Cervantes, libérrimo y empedernido escritor, paga de su peculio para que le publiquen sus ideales. Su pluma interpreta el poder absoluto de su tiempo, al de la Iglesia, por la Inquisición y al Estado, por ampararla. Arriesga hasta lo inverosímil y hasta los despiertos centinelas de su conciencia, asombran con sus regates el nutrido fuego de los cañones reales. En el próximo Congreso de la Lengua en nuestra ciudad no olvidemos su serena y cierta advertencia. "No hay ningún camino que no se agote, como no se oponga la pereza y la ociosidad". Prometamos aquí no olvidar esta sutil sabiduría de cuyo contenido estamos necesitando: la pervivencia de los ideales de paz, de justicia y de libertad encarnada en el ingenioso hidalgo "Don Quijote de la Mancha".
Roberto Linares
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