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 miércoles, 21 de abril de 2004

Reflexiones
Historia de un pueblo bárbaro

Lucas Carena

Los godos son un antiguo pueblo de Germania que, desde el siglo III hasta el VI d.C., constituyó una importante potencia, coincidiendo con el período de crisis y desintegración del Imperio Romano. Las guerras entabladas entre los emperadores romanos y los gobernantes godos a lo largo de casi un siglo devastaron la región de los Balcanes y los territorios del noreste del Mediterráneo. Otras tribus se unieron a los godos y bajo el gran rey Ermanarico establecieron en el siglo IV un reino que se extendió desde el mar Báltico hasta el mar Negro.

Sin embargo, la historia de este pueblo, considerado por el Imperio como la expresión más deleznable de la barbarie, nos muestra que el peor enemigo de la barbarie ha sido siempre la barbarie misma. Por un lado los mongoles de Oriente llamados "hunos", que de la mano de Atila, hacia el 370, sometió a gran parte de los bárbaros germánicos, haciendo que un grupo considerable de éstos se refugiara en el imperio occidental.

Por otro lado está el enfrentamiento de los propios godos entre sí, ya que, a partir de la invasión de los asiáticos, se vieron divididos en dos ramas: los "ostrogodos", que -decididos a quedarse pese a la invasión de los hunos- constituyeron un vasto reino al este del río Dniéster, en las tierras alrededor del mar Negro. Y los "visigodos", que fueron los godos exiliados a Occidente, cuyo dominio territorial se extendió desde el Dniéster hasta el Danubio. Sin importarles su origen, ambas ramas de un mismo pueblo se encontraron envueltas, tiempo después, en una sangrienta batalla por fines que no les eran propios.

Esta trágica lección histórica muestra una realidad que nos toca de cerca. Nuestro pueblo sabe cuáles son los verdaderos enemigos de nuestra historia. La marginación, la desocupación, la miseria, la delincuencia, la corrupción, el autoritarismo. Características que podrían reunirse en un solo calificativo: la barbarie.

Sin embargo, en nuestro árido camino hacia la civilización, todos estos temas son objetos manipulados para hacer ideología. En este sentido podríamos decir que la inseguridad, enemigo público actual, es un tema sometido a esta tendencia.

La centroizquierda argentina sugiere que el hecho de que nuestro país sea tierra de nadie en el marco de la inseguridad es responsabilidad de la decadencia de una sociedad subsumida en la violencia social, producto del malestar económico que conlleva el proyecto del neoliberalismo y como consecuencia de la marginación y exclusión social que han sufrido algunos sectores a causa del saqueo del país.

El conservadurismo arremete de lleno contra el discurso garantista en su rol demagogo que, haciendo de los derechos humanos los derechos de los delincuentes, perjudica a la gente decente que es la que paradójicamente permanece tras las "rejas" de sus domicilios con miedo, mientras secuestradores y violadores van tomado de a poco las calles.

Así también, nos dejamos nosotros envolver por estos discursos viscerales estereotipados. Y sin sentido crítico, aunque tengan algo de verdad sin duda, los incorporamos a nuestro modo de pensar repitiendo clichés, siendo por otro lado incapaces de organizarnos para combatir la inseguridad generando propuestas.

Así nos asemejamos a los godos. Amenazados por los hunos, los visigodos buscaron la protección del emperador romano Valente, el cual les autorizó para asentarse en la provincia romana de Mesia. Los visigodos no tardaron en rebelarse -batalla de Adrianópoli- en la que Valente cayó muerto y así fueron éstos los conocidos godos que amenazaron entonces Constantinopla. Sin embargo, el sucesor de Valente en el Imperio de Oriente, Teodosio I, firmó la paz con los visigodos e incorporó su ejército al romano.

Por su parte los ostrogodos, obligados a someterse a sus conquistadores hunos, se unieron al rey Atila en la expedición contra la Galia en el 451 y compartieron su derrota en la batalla de los Campos Cataláunicos a manos de visigodos y romanos. Los ostrogodos pelearon contra los visigodos. Sangre derramada entre hermanos por la causa que perseguía Atila y los residuos imperiales de la decadente Roma.

De la misma manera, los discursos en pugna, con algo de razón repito pero anquilosados en la ideología, nos transforman a los argentinos en nuestros propios enemigos. Discutimos el origen de la situación de inseguridad sin reconocerla como el verdadero enemigo. Y tristemente, cuando parecía que una causa común como este flagelo público -al cual "todos" estamos sometidos- iba a superar las barreras ideológicas y nos enfilaría en un frente único para morigerarlo, reaparecen las tradiciones ideológicas para responsabilizar y condenar al que piensa el tema desde la vereda de enfrente, desviando el problema de las soluciones, hacia el de las causas.

Cuando los hunos se vieron finalmente obligados a retirarse tras su derrota, el pueblo ostrogodo recuperó su independencia y se asentó como federado de Roma, en Panonia, una región que en la actualidad se sitúa entre el oeste de Hungría, el norte de Croacia, Eslovenia, Serbia y el este de Austria. A los ostrogodos se unieron finalmente los otros godos que se habían refugiado en el Imperio Romano a la llegada de los asiáticos reconociendo que su verdadero enemigo no debía estar entre congéneres.

Sería bueno que los argentinos aprendamos a dejar de vituperar al que piensa distinto, a la diversidad, aunque sea en las situaciones de emergencia que requieren la suma de voluntades positivas encausadas al denominador del bien común al que todos aspiramos; no por doctrina moralista, sino por el apremiante instinto de autoconservación. Para que, al fin de cuentas, nos reconozcamos al igual que los godos como hijos de una misma bandera peleando entre nosotros inútilmente como si fuéramos lobos disfrazados de oveja. Y a partir de allí, rebelarnos contra males genuinos, separando el trigo de la cizaña, y pudiendo luego seguir relatando nuestra historia como la historia de un pueblo "bárbaro", pero con la segunda acepción que permite la polisemia de esta palabra: un pueblo bárbaro, un pueblo genial.

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