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 domingo, 18 de abril de 2004

La composición bancaria y sus variaciones posdevaluación
La debilitada estructura del sistema financiero argentino
La alta morosidad eleva la tasa activa y dificulta el acceso al crédito. El sector privado, el más perjudicado

Desde que quedó atrás la convertibilidad el sistema financiero fue perdiendo la fortaleza que tuvo en la década pasada. La morosidad del sistema es muy elevada y esto hace que la tasa de interés activa sea alta en función de que la mora es un costo para el sistema.

Las financiaciones entre cero y cien mil pesos tienen una morosidad promedio del 46,3 por ciento, mientras que las de entre cien mil y un millón de pesos tienen una morosidad promedio del 65,4 por ciento. En tanto, las financiaciones entre un millón y cien millones de pesos se ubican en un 44,8 por ciento y las superiores a los cien millones de pesos en el 3,8 por ciento.

Con un sistema financiero debilitado es muy difícil que vuelvan en el corto plazo tasas activas en niveles relativamente bajos, ya que el promedio se ubica en el 29,3 por ciento y encarece la tasa de interés activa, según un estudio realizado por la Fundación Libertad.

Desde diciembre de 2001 a diciembre de 2003 los activos crecieron en pesos el 50 por ciento, pero si medimos en dólares la baja es notoria, ya que estaríamos hablando de una caída cercana al 50 por ciento.

La composición de los activos varió notoriamente, mientras que en diciembre de 2001 el rubro que más peso tenia sobre el activo eran los préstamos al sector privado, en el mismo mes pero de 2003 el rubro de más peso eran los títulos públicos, gracias a las compensaciones en las que tuvo que incurrir el Estado nacional producto de la pesificación.

En este caso está claro que una vez más perdió el sector privado, ya que se quedo sin crédito y es el que paga más impuestos para resarcir al sistema financiero por la pesificación asimétrica que decreto el gobierno nacional.

Asimismo, los créditos al Estado que a fines de 2001 representaban el 23,4 por ciento del total de los activos, a diciembre de 2003 dicho ratio se elevó al 49,6 por ciento.

Por lo tanto, en apenas dos años los bancos pasaron de tener poca liquidez y el dinero mayoritariamente direccionado al sector privado, a tener altos niveles de liquidez y mucha deuda de la Nación ante lo cual la ecuación económica se hace inviable si en el futuro el gobierno no encuentra una salida a sus actuales problemas.

En resumen, la salud de los bancos depende de la viabilidad y sustentabilidad futuro de los resultados fiscales del Estado nacional. Los pasivos crecen el 51,4 por ciento en moneda nacional, sin embargo medidos en dólares la baja es del 50,5 por ciento, más depósitos pero distinta calidad de los mismos, ya que en la actualidad las colocaciones mayoritariamente son en cuentas a la vista y caja de ahorro, siendo un porcentaje muy escaso a plazo fijo, mientras que en el 2001 ocurría exactamente lo inverso.

Hoy, pasada la crisis, pocos creen en el sistema financiero, las tasas son muy bajas y el impuesto al cheque espanta a los ahorristas. El patrimonio neto aumenta el 40,2 por ciento medido en moneda nacional, sin embargo medido en dólares desciende el 53 por ciento. Además, las entidades financieras se descapitalizaron y hoy lucen mucho más vulnerables que en el pasado.

Por ejemplo, un ratio que seguimos muy de cerca es la relación créditos al Estado sobre patrimonio neto que en el año 2001 se ubicaba en el 178,3 por ciento y lucía muy elevada para esa fecha. Sin embargo, dos años más tarde este ratio creció y se ubica en el 404,1 por ciento, lo cual hace a las entidades financieras muy vulnerables.

El patrimonio neto del conjunto del sistema financiero se ubica en 22.826 millones de pesos y la cartera de títulos públicos más préstamos al sector público alcanza los 92.230 millones. Esto nos dice que si el Estado paga el sistema financiero es viable, en cambio si deja de hacerlo su patrimonio pasa a ser negativo por 69.404 millones de pesos.

Una realidad binaria que hoy tiene el sistema. Con este escenario por delante resulta difícil que las entidades puedan salir masivamente a otorgar préstamos. En primer lugar porque su futuro está atado al del Estado, y éste todavía no tiene claro si honrará o no lo que le debe a los bancos. En segundo lugar porque los depósitos existentes en el sistema para poder prestar (depósitos a plazo fijo) son escasos y están colocados a plazos muy cortos. Tampoco se encuentran proyectos de inversión viables o empresas que califiquen para recibir financiaciones. En tercer lugar las tasas promedio de mercado son muy elevadas y esto tiene directa relación con la alta morosidad que tiene el sistema.


La verdadera mora del sistema
El conjunto del sistema muestra que sobre un total de financiaciones de 93.273 millones de pesos, un 29,3 por ciento se encuentra en situación anormal con atrasos superiores a los 30 días, cifra de por sí muy elevada que no se observó en la década pasada. Este incremento en la morosidad del sistema se potenció a partir de la devaluación del signo monetario.

Los préstamos con mayor morosidad son aquellos que se otorgaron por un monto que se ubicó en el rango entre 200.000 y 500.000 pesos, ya que dicho tramo refleja una morosidad del 68 por ciento, seguido muy de cerca por el tramo de entre 100.000 y 200.000 pesos que tiene una morosidad del 66,7 por ciento, y el rango que va entre los 500.000 y 1.000.000 pesos que tiene una morosidad del 60 por ciento.

Las financiaciones por encima de los 100 millones de pesos son las que menos mora muestran, alcanzando a apenas el 3,8 por ciento y son los que hacen que la media del sistema se ubique en el 29,3 por ciento.

Los créditos denominados chicos, entre cero y cinco mil pesos, tienen una mora del 35,6 por ciento, elevándose al 52,6 por ciento, si se pasa l rango inmediato superior entre los cinco mil y diez mil pesos. En el resto de los tramos no se observan variaciones significativas.

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