Barrabravas

Juan Carlos Bustos está en libertad y dice que cambió

Jorge Salum / La Capital

Tito está de vuelta. Juan Alberto, uno de los hijos de Juan Carlos Chapero Bustos, acaba de salir de prisión y quiere regresar al Gigante de Arroyito. "Sé que mi pasado me condena, pero voy a cambiar y quiero demostrarlo", explica. El ex jefe de los Chaperitos, un grupo de violentos que durante años protagonizaron innumerables crónicas policiales, se define a sí mismo como un barrabrava "arrepentido" y dice que está dispuesto a liderar una movida para pacificar al fútbol.

Aunque sabe que costará creerle, Chaperito -más gordo y teñido de rubio- ya tomó una iniciativa para darle carácter institucional a la propuesta: se presentó ante el jefe de policía de la ciudad y dijo que el domingo irá al clásico junto a una legión de seguidores. "Quiero que la policía nos vigile para que todos vean que no provocaremos desmanes y que sólo vamos a alentar al equipo", explicó ayer a Ovación sentado en una mesa del bar La Ley, a metros del despacho del juez que lo absolvió en una causa por amenazas.

Bustos pasó un año y dos meses detenido. Dice que durante ese tiempo revisó su pasado y que ya no quiere que lo identifiquen como un barrabrava. También sostiene que mantiene intacto su liderazgo sobre muchos hinchas canallas. Y afirma, sin ninguna modestia, que esa gente le pide que regrese al Gigante.

"Quiero volver, pero sin violencia. Por eso me estoy presentando ante las autoridades para que me controlen y comprueben que no miento", se explaya.

Su idea original consistía en lograr un guiño de la Justicia para su anunciado retorno a la popular canalla, pero como no lo consiguió escribió una nota al jefe de la Unidad Regional II, José Maldonado, y ayer comenzó a hacer gestiones para entrevistarlo. "Así verá que yo y mi gente ya no nos ocultaremos", supone.

Mientras espera una señal desde la Jefatura, afirma que no está solo en su "cruzada", tal como él mismo la llama con algo de pompa. Para demostrarlo se exhibe por los Tribunales junto a Gustavo Ramírez, un barrabrava con tanta historia como él que estuvo involucrado en muchos episodios violentos (es quien en su momento señaló a Pitito Martínez como el autor del disparo que hirió al cabo Juárez al término de un clásico en la cancha de Newell's, el 11 de noviembre de 2002). "Todos tenemos antecedentes, pero llegó la hora de dejar atrás nuestro pasado. Sólo necesitamos que nos dejen probarlo", implora. Marcos Cabrera, otro de sus lugartenientes en el pasado y en el presente, mira y asiente.

Bustos cree que la única forma de conseguir su cuanto menos extraño rol de pacificador del fútbol es ir a la cancha y que todo el mundo lo vea, empezando por la policía. "Que nos sigan, que nos filmen y que nos lleven presos si hacemos algo indebido. A partir de ahora quiero ir a ver los partidos con mi mujer y mis hijos", afirma.

Dice que su compromiso en ese sentido es tan grande que incluso señalará ante las autoridades a los violentos y que no responderá a ninguna provocación. "Si alguien me agrede, que lo haga. Yo le voy a dar la otra mejilla", promete.

La carta que Bustos envió ayer al jefe de policía tiene dos carillas. Se la redactaron en un estudio jurídico y es ambiciosa: dice que tiene "un plan de acción" -así lo llama- para acabar con la violencia en las canchas y pide que las autoridades lo respalden.

"Yo cambié y estos muchachos (por Ramírez y Cabrera) también. Ahora queremos demostrarlo", desafía.

-¿Sabe que para la gente resultará difícil creerle, teniendo en cuenta sus antecedentes?

-Quiero una oportunidad. El tiempo que pasé en prisión me sirvió para pensar en todo lo que hice y alimentó mi deseo de cambiar. Ya lo van a ver.

-¿Van a pagar las entradas?

-Vamos a hacer lo que sea necesario para entrar a la cancha. Hasta esponsor estoy buscando.

"Voy a cambiar y quiero demostrarlo", sentenció Bustos.