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 jueves, 15 de abril de 2004

Reflexiones
Carta al padre de Mel Gibson

Jack Benoliel

Señor Hutton Gibson: como la vida me ha enseñado que callar también es una forma de mentir, permítame que no calle lo que siento por entender que es la verdad. La semilla que sembró en la mente y en el corazón de su hijo Mel está dando sus frutos. El antisemitismo -cuyos textos más antiguos de que se tenga memoria datan del siglo III a de JC- y la acumulación de dinero saben de incrementos en su vida. Su hijo Mel Gibson puso su genialidad profesional al servicio de sus enseñanzas y con "La Pasión de Cristo" el antisemitismo y dinero están colmando sus añejos sentimientos de padre.

Se solaza usted menoscabando al Holocausto, dudando de su existencia. Franco Zeffirelli, el director italiano que en el año 1977 filmara "Jesús de Nazareth" nos esclarece -por conocerlo muy bien- acerca de sus inclinaciones y pensamientos. Textualmente afirma: "Mel Gibson es un cristiano pero aprendió reglas fundamentalistas de su padre. Yo lo conocí -agrega- y se sabe de las declaraciones demenciales de ese hombre, en las cuales niega los dos concilios vaticanos y sostiene que los judíos no pueden ser perdonados". Asimismo, Zeffirelli nos recuerda algo que conmueve y aterra al transcribir sus palabras: "El holocausto fue manufacturado. Después de la guerra, había más judíos que antes".

Señor Gibson, su osadía lastima por lo irracional e inhumana. Alguien con suma autoridad lo desmiente: Richard von Weizsacker, siendo presidente de la República Federal Alemana, al cumplirse el 40 aniversario del final de la guerra de Europa pronunció un discurso que debería hacerse conocer al mundo y aún a los alumnos de todas las escuelas por lo que lleva de verdad y de justicia. Reconoce con estoicismo lo que usted niega con irresponsabilidad. Transcribiré algunos de los conceptos emitidos por el ex presidente alemán: "Conmemoramos con profundo sentimiento a todos los muertos de la guerra y la tiranía. Conmemoramos especialmente a los seis millones de judíos que fueron asesinados en los campos de concentración alemanes. El pueblo judío se acuerda y se acordará por siempre. Buscamos la reconciliación. Por eso, precisamente, tenemos que comprender que sin recuerdo no puede haber en modo alguno reconciliación. La experiencia de millones de muertes es una parte de las vivencias internas de todo judío en el mundo, y eso no sólo porque los seres humanos no pueden olvidar una crueldad de esa índole, sino porque el recuerdo forma parte de la fe judía. El instrumento de Hitler -continúa Weizsacker- siempre fue encender prejuicios, hostilidades y odios. El ruego a los jóvenes es éste: no os dejéis arrastrar a la enemistad y al odio contra otros seres humanos. Aprended a vivir unos con otros, no unos contra otros..."

¿Por qué es peligrosa su opinión negando el Holocausto? También lo responde Richard von Weizsacker: "El que cierra los ojos al pasado queda ciego para el presente. El que no quiere acordarse de la inhumanidad se hace propenso a nuevos peligros de contagio".

También lo desmiente, señor Gibson, el Papa Juan Pablo II al decir: "El exterminio programado fue sufrido primeramente por los hijos de la nación hebrea, solamente por ser judíos. Quien viviera entonces en Polonia, tenía contacto con esta realidad. Esta fue por tanto mi experiencia personal, una experiencia que he llevado dentro de mí hasta hoy. Auschwitz -continúa el Papa- quizás el símbolo más elocuente del Holocausto, muestra hasta dónde puede llevar a una nación un sistema construido sobre la premisa del odio racial o de afán de dominio. Auschwitz no deja de amonestarnos aún en nuestros días, recordando que el antisemitismo es un gran pecado contra la humanidad".

Fue el mismo Papa también quien hablando a los obispos europeos después del derrumbe del comunismo en Europa Oriental finalizó con esta frase: "Aún muchos se preguntan ¿cómo se puede hablar de Dios después de Auschwitz?". Señor Gibson, el holocausto no sólo existió; existió y exterminó a la tercera parte del pueblo judío y al 50% de sus maestros. ¡Que todos ellos lo perdonen! Y entre ellos, el sacerdote heroico, Maximiliano Kolbe, que intercambió sus ropas con un judío para salvarlo, ingresando él -como un judío más- al horno crematorio.

Goce, como he gozado yo, señor Gibson, con la lectura del libro que escribiera Juan Pablo II, "Cruzando el Umbral de la Esperanza". En ese libro el Papa le dedica un capítulo al pueblo hebreo. Y se enterará por él que cuando visitó la Gran Sinagoga de Roma -debieron pasar muchos siglos para que un papa recorriera los pocos centenares de metros que la separa del Vaticano- dijera textualmente: "La Iglesia deplora el odio, las persecuciones y las muestras de antisemitismo dirigidas contra los judíos en cualquier época y por cualquier persona. Sois nuestros hermanos -dijo el pontífice- y hasta podría decir que sois nuestros hermanos mayores".

¿Qué me enseñaron las palabras del Papa en el libro citado? Que ninguna religión es una isla. Que un diálogo judeo-cristiano, solidario y fraterno, debe ser luz en la oscuridad de nuestra hora. No dañe usted la inquietud que lleve a ese diálogo.

Que cese la ignorancia, la desconfianza y el desdén en las relaciones mutuas. Un ser humano es toda la humanidad en Uno; lo saben las dos religiones. La santidad no es monopolio de una religión. La fe humana nunca es final. Es un largo peregrinaje. Surquémoslo con ritmo fraternal. Es obligación de judíos y cristianos el ayudarse unos a otros a tratar de superar en los hombres las durezas del corazón, a cultivar el sentido del asombro y el misterio, a franquear las puertas de la moral, la ética y la dignidad.

Los hombres de nuestra edad no podemos perder tiempo, señor Hutton Gibson. Nos queda una pequeña porción de vida en relación a lo ya vivido. Aprovechémosla y honrémosla. Contribuyamos a que el "Amaos los unos a los otros" sea estandarte no sólo para recitar sino para vivir, honrando los labios de donde salieran palabras tan sublimes.

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