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 miércoles, 14 de abril de 2004

Reflexiones
Internas radicales: ¿oportunismo o locura?

Juan Carlos Millet (*)

La junta electoral de la UCR renunció en pleno hace unos días luego de conocida la presentación de una lista que pretende ser oficializada para acceder a la próxima conducción del comité provincial. Este es un hecho significativo para el futuro del partido en la provincia y por lo tanto merece una breve explicación. En el año 2003 la UCR santafesina debía haber realizado un proceso electoral interno para elegir nuevas autoridades partidarias. Con la triste experiencia del gobierno inconcluso de De la Rúa y las deserciones hacia el ARI y hacia el experimento de López Murphy, hacer una nueva interna podía ser fatal. En esas circunstancias el desembarco de Usandizaga en el Enress como público reconocimiento de sus entendimientos con Reutemann de tantos años conmocionó aún más las estructuras partidarias.

Sobre fin del año pasado un resto de sentido común, al que algunos literalmente se resistieron a trompada limpia, iluminó a los organismos partidarios que decidieron una prórroga de las elecciones a la espera de un acuerdo amplio sobre cómo depurar los padrones de afiliados y reorganizar las estructuras que a lo largo de los años resultaron distorsionadas por las estrategias sectoriales y la búsqueda de ventajas individuales.

Pero el tiempo se agotó sin que se pudiera ir mucho más allá de un diagnóstico común. La proximidad de la fecha de finalización de la prórroga despertó instintos primitivos en algunos. Empezaron a medir el terreno para ver si otra vez, como en los últimos tiempos, había espacio para sacar algún rédito minúsculo apostando a ser "el que mejor maneja la crisis". No todos respondimos. Muchos estamos tan cansados como el ciudadano común de los inventos de alianzas multicolores que, con nombres grandilocuentes, se postulan como la salvación y/o renovación de un partido. Un partido que, precisamente por esas prácticas, cada vez incide menos en la vida política de la provincia.

Todos podíamos hacer una nueva "trenza" con jirones de las viejas banderas y ponerle un nombre renovador o refundador que nos habría permitido decir presentes otra vez y salir a ver qué pasa. Pero sabemos que toda esa parafernalia electoral, a la que insensatamente nos hemos acostumbrados y que demanda un costo moral y económico cada vez más doloroso para reeditarse, en nada ha logrado detener la profundización de la crisis en los últimos años. Por más que cada uno de nosotros se considere el mejor radical y el más patriota no puede decentemente suponer que logrará, por sí solo, traer algo de fortaleza a tan débil organización política. Un acuerdo básico entre todos los sectores sigue siendo tan necesario para salvar al partido como el día que se decidió prorrogar la fecha para hacer las elecciones.

Ocurre que el plazo de aquella prórroga finalmente expiró. Llegó la hora de presentar las listas acicateando en algunos el canibalismo para crear un frente electoral y salir otra vez a devorarnos entre nosotros. Otros dijimos "esta vez no". Coincidimos en que las actuales condiciones no garantizan que una nueva elección sea realmente un acto de democracia interna. Y sin verdadera democracia interna la renovación solamente será una palabra que adorna el nombre de otra desventura electoral. Las listas necesitan cuanto menos un programa en común y algunos acuerdos básicos con el resto de los actores partidarios para poder defenderlo sin que ello signifique acelerar la caída del partido. Nada de eso se ha dado todavía y por eso se produjo la renuncia de la junta electoral que, evidentemente, no tenía posibilidades de llevar a buen puerto un proceso como éste.

Las elecciones internas son ahora inviables. El diálogo entre todos los sectores es inevitable, y un acuerdo integrador sobre aspectos básicos, imprescindible. Hay una lista presentada, es cierto, para un proceso electoral descabezado, sin plazos, sin controles y, lo que es verdaderamente grave, sin el menor interés de parte de los afiliados. Quienes se unieron en esta solitaria aventura nada tienen en común que no sea el oportunismo. No por casualidad integran esta lista los que a las trompadas querían forzar la realización de internas el año pasado, como el senador Michlig y un puñado de radicales que tiene el raro honor de haber sido los únicos santafesinos del pobre gobierno delarruista: Bonetto, funcionario del Banco Nación y del Ministerio del Interior; Storero, subsecretario de Cultura; Reinaldo, funcionario del Ministerio de Salud; De Mattía, funcionario de la Casa de la Moneda; Zuza, funcionario de la Secretaría Privada; Lorenzo, funcionario del Ministerio de Trabajo. Se postulan como la reserva moral de la UCR. Podría resultar cómico que, para presentarse como renovador, este frente circunstancial esté repitiendo los errores que sistemáticamente nos condujeron a profundizar la crisis. Se trata, sin embargo, de un chiste que de tan repetido ha perdido la gracia. Nunca más apropiada aquella frase de Einstein: "Locura es hacer siempre lo mismo y esperar que el resultado sea distinto".

(*) Diputado provincial de la UCR

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