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 domingo, 14 de marzo de 2004

Rosario desconocida: Obra de arte colectivo

Todo cuerpo natural o artificial muta en los distintos períodos de su existencia según su proceso de desarrollo, las influencias recibidas, los acontecimientos o las circunstancias que lo llevan a cambios visibles en su estructura física. Una ciudad es un organismo que funciona según leyes impuestas por la intención planificada, por la casualidad, por la marcha de la historia o por cualquier otra razón factible de ser asimilada a la marcha de un verdadero "cuerpo sensible y cambiante". Este es el caso de un conglomerado urbano, una aldea, pueblo o ciudad sometidos a estas circunstancias, exhibiendo en su estructura las marcas inocultables del proceso.

En suma, se trata de un complejo entrecruzamiento de incidencias que hacen resonar sus latidos en un cuerpo de piedra sensibilizado por las intenciones de sus habitantes, reflejando todas las acciones de sus pobladores y pasando a lo que alguien calificó en aquello de que "una ciudad es la obra de arte colectiva más compleja que la sociedad humana puede producir".

En su desarrollo prácticamente cabe todo lo imaginable salido de la acción que demanda el concepto de urbanidad. Y no siempre todo es sólo bueno o malo, existen interpenetraciones mutuas que cuentan de alguna manera qué cosa es lo que se desea producir en el lugar elegido. Así, a la manera de un monumental fresco, la ciudad contará que tanto han tenido de aciertos o yerros, las acciones de sus habitantes.


Cuerpo construido
Trataremos entonces sobre cambios en el tiempo respecto del cuerpo construido de la ciudad. Será una descripción subjetiva, incompleta, parcial e interesada en señalar acciones que llevaron a modificaciones de importancia, expuestas a simple vista, ubicadas a nivel del plano que se transita a diario y que variaron sensiblemente o aportaron rasgos de peso en nuestra urbanidad, en el centro, en barrios, o que modificaron una zona determinada.

Obviamente es imposible concentrar en este espacio su cronología completa. Aquellos que se citen, lo serán por razones en especial o por su peso visual.

Conocida la epopeya de Santiago Montenegro como iniciador de nuestra realidad físico-urbana a través de la profusa documentación sobre el tema, es bueno entonces comenzar un viaje a través de los años. Si el primer embrión se ubica en la capilla que construyera Montenegro en la mitad del siglo XVIII, ciento quince años después se constatan unas visiones dejadas por Thomas J. Hutchinston en "Buenos Aires and Argentine gleanines", con exploraciones de nuestro territorio en 1862-63 y publicado en 1865 con sus ilustraciones. Una, muestra la iglesia que Timoteo Guillón levanta en 1830 en igual sitio que la capilla de Montenegro y que hoy contiene a la catedral local. Es el elemento más alto, rodeado por casas de material y azotea plana, una chimenea aislada, un rancherío en primer plano, y barcos a vela en el rudimentario puerto. Otra visión muestra una manzana baldía como "plaza de carretas" (hoy Biblioteca Argentina), con unos 30 carros, trasladada luego adonde hoy está la plaza López.


Plaza de carretas
Diez años después la futura ciudad ha crecido. Fleury edita en el año 1875 un grabado que muestra un perfil consolidado sobre el río, con la Bajada Grande (Sargento Cabral) y calle Puerto (San Martín) descendiendo hacia la costa. El caserío no pasa más allá de unos 500 metros al oeste, lo que explica la "plaza de carretas" en la zona de la actual plaza Pringles.

Luego de Caseros y varios hechos relativos al enfrentamiento de la Confederación con Juan Manuel de Rosas, en 1852 se abren al comercio de ultramar los ríos Paraná y Uruguay, y Rosario toma rango de ciudad como puerto de la Confederación.


El pasaje del Barón
El mundo de las finanzas tuvo sus aspectos y uno engloba a Ireneo de Souza, Barón de Mauá, con la fundación de un banco emisor de moneda con préstamos a interés y el lógico respaldo para el comercio. En su memoria, la cortada que corre por detrás del Centro Cultural Bernardino Rivadavia entre San Luis y San Juan, lleva su nombre.

En 1860 Rosario tenía casi 10.000 habitantes y eran unos 23.000 con su zona de influencia. Aparecen las primeras instalaciones del ferrocarril y en 1868, se piensa en ampliar y dotar de jardines al bulevar Santafesino (hoy bulevar Oroño) y al bulevar Argentino (hoy avenida Pellegrini), con aparición de cuatro plazas en el cruce de ambos. Esto se concretó en el caso del primero, pero el segundo fue marcado por las vías del ferrocarril Oeste Santafesino creado por Carlos Casado del Alisal con su estación existente aún hoy en el parque Urquiza. Sus rieles cedieron lugar al tranvía que frustró la idea del jardín central, pero la idea de las cuatro plazas fue seguramente el germen que luego haría nacer al parque Independencia.

Si se imaginan los dos bulevares citados unidos en un futuro con la actual avenida Costanera (Pellegrini) y la avenida Whellwright (Oroño), la ciudad pasaría a tener un tránsito perimetral más extenso que la real planta urbana de entonces. Esto deja en claro la visión futurística.

El lector deberá recurrir a bibliografía más extensa para cubrir estos capítulos, pero puede sintetizarse que a la luz de lo que la ciudad era por ese entonces y la posterior concepción del gran parque central a implantarse como ombligo verde, se estaba en las vísperas de lo que con justicia podría considerarse como la mayor operación urbanística hasta ese momento. El cuerpo construido de la ciudad se preparaba para dar un salto cualitativo y espectacular en el siglo XX.

(*) Arquitecto

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Un grabado de Rosario en 1865 de Thomas J. Hutchinston.

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