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 domingo, 14 de marzo de 2004

¿Te acordás, hermano?: Raúl Justo Gómez, como por un tubo
El ex insai izquierdo de Central, River Lanús y Celta de Vigo en los 50 recuerda su carrera como goleador

Miguel Pisano / La Capital

De una sola pieza. Como esas artesanías de antaño, hechas por la sabia mano de un orfebre, el Tubo Gómez se destaca por su don de gentes, como dicen los gaitas. Flaco y alto como cuando jugaba, ojos celestes y la cabeza más blanca que la del tango, el ex insai izquierdo de Central, River, Lanús y Celta de Vigo en la década del 50, Raúl Justo Gómez, cumplió el jueves 72 años y comparte ahora un futbolero café con Ovación en una mesita del viejo bar La Capilla, mientras afuera el último sol del verano juega a las escondidas con las doradas hojas de los plátanos de marzo.

Raúl es el último de nueve hermanos y se llama Justo porque fue el séptimo varón cuando el presidente era el militar golpista y conservador Agustín Justo, según la ocurrencia de su padre, un gallego de Palencia que no dormía, pero literalmente porque yugaba de sol a sol como fletero y de noche manejaba un taxi. El Tubo nació el 11 de marzo del 32 en Santa Fe y Alsina, que por entonces los vecinos llamaban barrio Jardín en vez de Echesortu, y jugó diez años en primera, hasta que un ortiba que nunca falta, el empresario Félix Latrónico, se quedó con su pase y le cortó la carrera a los 27 años.

-¿Por qué Tubo?

-Porque soy alto y delgado. Estoy igual que cuando jugaba, hasta con el mismo peso, como me anticipó el doctor Oliva en Central: "Si llegás a viejo, vas a pesar lo mismo". Y cuando tenía 20 años un día un compañero, no me acuerdo si fue Gauna o Botazzi, dijo: "Este parece un tubo". Y me quedó Tubo.

-¿Dónde empezaste a jugar?

-En los babi fútbol. Me encantaba jugar en los torneos de cinco que hacían en las canchas de básquet de El Tala, Velocidad y Resistencia, Ñaró, Sportivo Constitución... Empecé a jugar a los ocho años en Morning Star, cuando lo conducía Vila Consiglio, siempre arriba, de diez. Y jugué durante años. Había noches que jugábamos en dos torneos con Morning, a las ocho y media en Ñaró y a las diez en Constitución. Era divino, me encantaba.

-¿Cómo llegaste a Central?

-Cuando tenía 15 años hicimos un cuadro en el barrio que se llamaba Santa Fe y yo era uno de los más chicos. Uno de los muchachos del barrio trabajaba con el delegado de Central en las inferiores, don Carlos Tamagno, un tipo fantástico. Y este muchacho le dijo que íbamos a agarrar a la cuarta de Central, que era muy buena, y le íbamos a ganar. Hicimos un amistoso un sábado en Arroyito y le ganamos 4 a 3 y me ofrecieron jugar en Central, junto con otro hermano que no fue porque jugaba en Argentino y no le dieron el pase. Yo no quería ir por la carga que representaba lo que le había pasado a mi hermano, pero Mariano me convenció y empecé y tuve una trayectoria muy rápida. Jugué poco en segunda, pero tuve la suerte de hacer goles en todos los partidos.

-¿Cuándo debutaste?

-En el 52 lo suspendieron un partido al Coco Rosa y yo tenía unas ganas de jugar en Central, era el sueño del pibe. Y justo venía el clásico en cancha de Newell's. No sabés la alegría que tenía, me llamaba Aguiló por radio y también desde Buenos Aires. Yo no cabía en mi cuerpo: jugar en Central y debutar en un clásico era lo máximo, una locura. Tengo amigos como Gauna, Bottazzi, Aressi y L'epíscopo, así como el Colorado Fogel, un grande como jugador, capitán y símbolo, y me hablaron mucho entre ellos y Federico Vairo. Y ganamos 3 a 1 con goles del Negro Gauna. No sabés las que hizo el Negro ese día. Jugamos con Bottazzi; Aressi y Vairo; Carusso, Minni y Fogel; Gauna, Appicciafuocco, Massei, Gómez y L'epíscopo.

-¿Cómo llegaste a River?

-Por una cláusula en el contrato, me llamó el técnico, Pepe Minella, y arreglé, pero jugué poco porque River tenía dos equipos, después me prestaron a Lanús y terminé en Celta de Vigo, pero a los 27 años dejé el fútbol porque el empresario Félix Latrónico era el dueño del pase y me dijo que no me podía dar nada porque estaba metida la mafia del fútbol. Encima, como yo había entrado a la España de Franco con la doble ciudadanía, no pude volver porque me buscaban para hacer el servicio militar, así que tuve que colgar los botines.

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