| domingo, 14 de marzo de 2004 | Charlas en el Café del Bajo -El mundo está conmocionado y ciertamente que hay bastantes razones para ello. El suceso culminante para tal perturbación, por estos días, ha sido el brutal atentado ocurrido en Madrid, un atentado que es la patología de una enfermedad mental, porque quienes lo han cometido no tienen ni siquiera el fundamento (en mi opinión asimismo repudiable) del ideal. Cuestionaré siempre a aquellos que justifican la violencia para la consecución de un objetivo, aunque este sea loable, porque entonces convalidaríamos el triste principio de que "el fin justifica los medios".
-Este atentado, querido Candi, tiene un doble impacto o tal vez un triple o muchos más. En primer lugar acongoja a muchos pueblos con los que España tiene lazos de sangre y culturales, como el nuestro y otras naciones americanas; es, de manera indirecta, un golpe a los Estados Unidos y sus aliados e impacta psicológicamente en la comunidad mundial por tratarse de un país europeo, insertado en el llamado Primer Mundo.
-Es lamentable tener que aceptarlo, pero debo convenir con un colega quien ayer sentenció: si esto ocurría en Africa no hubiera tenido tanta trascendencia. Es cierto, y de hecho cada día suceden en el mundo tragedias que si se sumaran en el exiguo lapso de una semana darían como resultado muchos atentados terroristas como el de Madrid. Y si alguien se tomara el trabajo de recorrer los diarios argentinos que están en la red de internet y contara las muertes y heridas que semanalmente se producen en nuestro país como consecuencia de actos de violencia (robos, homicidios, homicidios culposos por accidentes de tránsito) tal vez se descubrirían cifras para el asombro.
-Pero esta misma situación se reitera a lo ancho y largo del planeta.
-Exacto y esto lleva a formular las siguientes preguntas: ¿En qué punto del destino de la humanidad estamos? ¿De qué se trata todo esto? ¿Y a dónde nos lleva esta espiral ascendiente de violencia?
-A propósito de este atentado, se alude a cierta profecía, y en realidad cualquier místico o religioso se dejaría llevar por lo que es un aserto para unos y una fantasía para otros: el fin de los tiempos. Alguien podría sostener (con cierto fundamento, lo reconozco) que todo esto había sido anunciado. Y "todo esto" no es más, en definitiva, que angustia para el hombre como ser individual y ser colectivo. No descarto que en algún momento del curso de la humanidad deba producirse un "fin de los tiempos" entendiéndose como tal a una transformación drástica y precedentemente drámatica (¡qué tristeza!) del orden actualmente establecido. Un orden injusto que trae como consecuencia no otra cosa que el dolor físico y moral.
-Parecería injusto que un nuevo orden en donde impere la paz debiera fecundarse en el dolor.
-Anteayer una persona que obviamente sabe mucho más que yo de estas cuestiones que tienen que ver con las emociones y las conductas humanas, me dijo que la idea del "Paraíso" no puede cristalizarse por nuestra simple condición humana que adolece de falencias. Yo le respondí que creía en un cielo aquí en la tierra, un estado de paz al que todo ser humano debería tener acceso. Esto, es cierto, no depende únicamente de las buenas conductas de cada hombre, sino de la suma de tales conductas. Me resisto a aceptar que no se pueda establecer la paz en medio del ser humano y aún más: me afligiría asistir a la realidad de que tal paz no puede construirse sino sobre los cimientos del dolor. Creo, ciertamente, que la humanidad pagará un precio muy grande sólo por su egoísmo, sentimiento aberrante en el hombre que no cumple ningún fin noble sino el de la propia devastación. Si hoy un niño llora de hambre en Argentina o un adolescente llora en Madrid, o una madre está preocupada por su hijo que salió a caminar por las calles de Rosario o Tel Aviv, no es sino por la insensatez del hombre. Si no hay un "cielo" aquí en la tierra es por culpa del propio ser humano. Un humano al que yo creo esencialmente bueno y que se corrompe por circunstancias sociales. Mi reflexión final sería: esta brutal violencia de Madrid se produce, sucesivamente, en cada lugar del mundo, cada día y de distintas formas. Si debiera elegir un título para este comentario me inclinaría por la paráfrasis de aquellas palabras de Martin Luther King: "Yo tengo un sueño... a pesar de todo". De otro modo estaría perdido.
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